Viernes, 02 de Enero de 2015
Martes, 12 de Septiembre de 2000

Anfitrión

Por Miguel Forza de Paul | Espectáculo Anfitrión
Cuál es la importancia de un autor como Molière dentro de la literatura dramática occidental? Probablemente, su grandeza resida en que su escritura es un comienzo y una conclusión al mismo tiempo. En sus textos desemboca toda la corriente, prosaica y burlona, de la Edad Media, y la corriente humanística del renacimiento. En el confluyen Plauto y las farsas italianas, Boccaccio y la nueva mentalidad burguesa, que durante el siglo XVII todavía estaba en proceso de configuración. Mucho le debe Molière al espíritu burgués,. El eje cuerpo-alma se corre hacia el primero, y nos precipita a un mundo, tanto real como irreal, donde se manifiestan algunas grandezas, algunas virtudes y muchos vicios. La historia es muy sencilla en apariencia. Debido a la ausencia de su marido, el guerrero Anfitrión, la bella Alcmena es engañada por Júpiter y Mercurio con el fin de que el primero sacie sus apetitos sexuales, con la joven señora. En la comedia, los dioses toman el lugar (nada privilegiado por cierto) de los hombres (Anfitrión y su sirviente Sosías) para poder disfrutar del más valioso de los tesoros humanos: los vicios. Molière, con esta fábula, nos revela su mirada ácida sobre los dioses; y gracias a su desprecio por los poderosos nos arroja hacia lo cotidiano y trivial, hacia el mundo del hombre común. El autor hace de la mediocridad su bandera. Mira a sus contemporáneos desde el lente del ridículo y los hace reír. Cómo escenificar la poética de Molière, y sus pensamientos, en el contexto actual de Buenos Aires? Este es el enigma que todo director intenta resolver ante cualquir texto clásico. Guillermo Cacace con su Anfitrión parece haber encontrado una válida respuesta. El primer acierto fue la apropiación del texto que hizo el director, el cuál afirma que se lo robó a Molière así como este se lo robó a Plauto. Este juego de espejo (entre el director y el autor, y entre Molière y Plauto) nos sumerge en un mundo de semejanzas y diferencias que funciona como el motor de todo el planteo estético e ideológico de la representación. Juego de espejos que también se da en la configuración doble entre Júpiter y Anfitrión, y entre Sosías y Mercurio. Lo doble desencadena la confusión. La confusión desencadena la comedia. La puesta en escena revaloriza y acentúa el juego de espejo planteado en el texto original, configurando un universo atractivo y barroco cercano al espíritu contemporáneo. El juego escénico cae con todo su peso sobre el desempeño actoral. El equipo, capacitado y entusiasta, hace que el tratamiento escénico (la utilización del espacio, el trabajo con máscaras y la caricatura) se manifieste con un esplendor poco usual. El juego corporal y acrobático precede en muchas escenas al juego verbal, produciendo una interesante conjunción a nivel visual y sonoro que le permite al director escalar la alta cima de la sátira, de la fantasía y del lirismo. En relación al trabajo actoral merecen una mención aparte las excelentes actuaciones de Mauro Alchuler como el pícaro y aporteñado Mercurio, Marcela Guerty con su caricatura certera de la bella, y poco inteligente, Alcmena, y David Masajnik que, en su interpretación de sirviente Sosías, construye un exquisito decir que nos conecta con el eterno fantasma de Molière. Muchos son los recursos que el autor francés toma de la Comedia dell’ Arte: a) El espíritu festivo y popular del hecho teatral. b) La construcción de personajes arquetípicos y reconocibles. c) La utilización de la farsa. d) El uso de la improvisación como técnica deliberada. Cacace toma y trabaja sobre estos elementos, presentes en el texto original, los relaciona con un lenguaje cotidiano (con voseo incluido), y los reelabora de una manera armónica e inteligente. El director utiliza una estética circense y personajes arquetípicos para configurar los límites por dónde corre el rico universo del Poeta Francés. El espectáculo nos muestra una mirada inteligente sobre el autor y el texto, y buenas actuaciones. Su función es provocar risa, y lo logra. La grandeza de esta versión de Anfitrión es que nos revela un teatro capaz de brindar una imagen mordaz del mundo, sin perder de vista lo festivo y el entretenimiento. El espectador agradece y disfruta de este hecho.
Publicado en: Críticas

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