Bang bang!

Se traslada por un sendero delgado, avanza por él a tientas, entre iluminada y forzosamente ciega. Su devenir posee algo del rito característico de las siembras y las cosechas: va recogiendo los rastros de aquello que planta y germina como si se tratara de la minuciosa develación de un jeroglífico. El cuerpo se dispone como un extraño mapa en el que podrían leerse las cuestiones humanas como vestigios urticantes de un pasado que insiste en volver presente.

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