Lugar triste donde pasar una noche de invierno

No podría decirles en qué momento empezó a moverse, sinuosa, sin mostrar reflejo en el espejo. Su hacer se carcomía en el tiempo, se deshacía en el arrastrar, dejando un poco de sí por todo el suelo. En la noche fría, apareció ante sus ojos un canto rodado de lo más vulgar, ordinario y conocido. Lo hurtó y se acurrucó a su lado: la piedra, una porción suya recostada contra el piso.

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