Guerra de los Mundos

Las repercusiones de la emisión radial llamada The War Of The Worlds By H.G. Wells, que en 1938 dirigió y protagonizó un jovencísimo Orson Welles, son harto conocidas. El contexto de preguerra, la penetración que la radio tenía en los hogares, la espectacularidad del tema y la estrategia narrativa novedosa del falso noticiero crearon un cóctel explosivo. Orson mismo se mostró sorprendido: su propósito no era el engaño, sino la ilusión. En este caso, la ilusión creada a partir de la experimentación con un lenguaje: el del radioteatro, del que Welles llegó a ser un gran maestro antes de su desembarco en el cine, y cuyo fundamento es el relato construido únicamente a través del sonido, creado en circunstancias remotas. ¿Qué sucede si un texto pensado para prescindir de la imagen se escenifica? Al volver visible la atractiva maniobra que genera un radioteatro, ¿no se atenta contra la capacidad de ese relato sonoro de generar ilusión? En cualquier acontecimiento teatral, la interpretación y la ficción que ésta produce coexisten y suelen estar amalgamadas de forma indiscernible. ¿Qué hay si las separamos brutalmente? ¿Podemos aspirar a que se produzca la magia cuando no hacemos otra cosa que mostrar el truco?

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