Fragmentos de un amor contrariado

El farmacéutico Ergueta le pregunta a Erdosain: "¿Quiénes van a hacer la revolución social sino los estafadores, los desdichados, los asesinos, los fraudulentos, toda la canalla que sufre abajo sin esperanza alguna? ¿O te creés que la revolución la van a hacer los cagatintas y los tenderos?". Tal vez aquí resida una de las claves del éxito perdurable de Los siete locos, la novela de Roberto Arlt publicada por primera vez en la primavera de 1929, hace más de setenta años. Hijo de inmigrantes pobres, Arlt supo desde su adolescencia que el trabajo "no enriquece". Durante toda su vida soñó hacer fortuna con algún invento genial, así como su personaje más inolvidable, Remo Augusto Erdosain - protagonista de estos Fragmentos de un amor contrariado. Desdichado empleado de clase media baja, humillado por su insolvencia, abandonado por su mujer - punto de partida de esta escenificación -, Erdosain siente que la angustia le corroe el alma. "Los hombres están tan tristes que necesitan ser humillados", reflexiona. Simple cobrador en una empresa azucarera, decide robarle a sus patrones seiscientos pesos "con siete centavos". Cuando lo descubren, su desdicha aumenta y su humillación también. Dinero, ansias de poder, la falta de Dios y la angustia existencial que está más allá de las tribulaciones de una clase, recorren constantemente su obra. Para Arlt, el sufrimiento es inherente al ser humano. Es su "sustancia". El Mal está siempre presente como una forma de autodestrucción. El humillado humilla a quienes están peor que él en la escala social. Y en su degradación siente una especie de feroz placer. Y el sexo es lo contrario de la búsqueda de la pureza. Como un San Pablo, Erdosain nos dice: "Antes de casarme, pensaba con horror en la fornicación. En mi concepto, un hombre no se casaba sino para estar siempre junto a su mujer y gozar de la alegría de verse a todas horas; y hablarse, quererse con los ojos, con las palabras y las sonrisas". La dramaturgia de Fragmentos de un amor contrariado toma uno de los aspectos menos frecuentados en las teatralizaciones de la narrativa de Roberto Arlt: la relación de pareja; y particularmente, ésa en la que se reflejan mutuamente Erdosain, Elsa, Ergueta e Hipólita, todos personajes de Los siete locos y Los lanzallamas. Genial, ácrata, nihilista, ácido crítico de la sociedad burguesa, existencialista antes que Camus, buscador de Dios, moralista a ultranza, sarcástico, desdichado, Roberto Arlt tiene plena vigencia. Su cualidad profética nos sigue deparando más delirios, más angustia y humillación.
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