Cachafaz

Tragedia bárbara en dos actos y en verso. "Cachafaz" fue escrita hace ya veinte años, pero ni siquiera el paso del tiempo ha logrado apaciguar el carácter revulsivo de esta pieza que, sin levantar bandera alguna, es capaz de reirse de nuestros mitos y tabúes más ancestrales. La inteligente lectura que el director hace de esta pieza de Copi -seudónimo de Raúl Natalio Damonte Taborda el célebre dramaturgo argentino que triunfó y murió en París- logra que el público se divierta y conmueva con las desopilantes aventuras de "Cachafaz" y de La Raulito. La puesta evoca los escenarios de 1920 y además de una curiosa historia de amor es también un simpático homenaje al teatro rioplatense. Cachafaz y la Raulito, amantes aún después de pasar al otro lado, vivirán una aventura increíble junto a sus vecinos de un mítico conventillo, imaginado para esta puesta con terciopelo rojo, smokings y los mejores brillos de los años dorados del teatro argentino. Música de tango y de milonga, ánimas en pena, guapos un tanto afeminados, misterio, denuncia social, ternura y el más certero humor, llenan este espectáculo basado en el texto del genial COPI. CACHAFAZ pone en escena, centrifugadas por el motor de Copi, el elenco de urgencias que atora a cualquier agenda más o menos avispada: minorías raciales y sexuales, identidades mutantes, viajes transgenéricos, articulación entre lo sexual y lo político, economías alternativas... Y sin embargo, todos estos blasones de actualidad despiden al mismo tiempo un perfume anacrónico, el olor rancio y aristocrático -¡tan uruguayo!-, que exhalan las habitaciones largamente cerradas. Como si los problemas fueran contemporáneos, pero os materiales y las formas -el conventillo, el octosílabo, el sainete-, hubieran quedado fijados en algún poasado enmohecido. Típica operación de Copi, viejo fanático de las cosas vencidas: enrarecer lo contemporáneo, despachándolo muy lejos en el tiempo, muy atrás, hasta el origen, como si el presente más álgido diera la vuelta y, enrulándose, reapareciera intacto como más joven, o más viejo, en un contexto extraño y familiar a la vez. En CACHAFAZ la operación es clarísima, casi de manual de escuela: la lógica bizarra que gobierna el mundo de la obra pasa a regir, de golpe, ese viejo fango de sangre, gauchesca y tango del que está hecho "lo rioplatense". Música y carnicería, lamento y desafío, autoridad y delito, sexo y madres gimientes. En el matadero, dice un verso de la obra, "es la gloria del matrero / ser adorado de un puto". ¿Qué hace Copi? ¿Parodia El Matadero o lee el clásico demasiado bien, literalmente, diciendo con todas las letras, lo que Esteban Echeverría -fundador del género patrio por excelencia: la porno-carnicería-, sólo podía decir entre líneas? No: Copi es el que viene después, el que llega tarde para hacer algo que parecía imposible: dar toda la vuelta y reírse de la parodia. Es esa contorsión singular, como de gimnasta drogado, la que hace que "lo rioplatense" reviva en CACHAFAZ como una suerte de fiesta dionisíaca, ebria de intensidad y de ridiculez, donde los lugares comunes de la tradición -de la Mdre del héroe popular, de la horda primitiva a la revolución-, suenan al mismo tiempo degradados y entusiastas, feroces y frágiles, utópicos y arcaicos." Alan Pauls, Abril 2001
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