Sabina y Lucrecia

A través de un profundo trabajo de personajes, de una compleja construcción de atmósferas y de una descarnada exploración de la violencia, la obra, protagonizada por Érika Janson, German Davies, Marina Montedoro, Nico Martínez y Pablo Reynoso y dirigida por Rubén Andalor, se adentra en la dinámica de la marginalidad, el miedo, la locura y el encierro.

El autor toma como puntapié inicial una noticia verídica: Dos mujeres huyen de una institución para enfermos mentales y a los pocos días son encontradas muertas en la casa de una de ellas.
A partir de ese hecho “policial” crea una pieza oscura y divertida al mismo tiempo, en la que los personajes son seres culturalmente oprimidos y socialmente ninguneados: Dos mujeres que escapan de un encierro para refugiarse en otro, buscando simplemente ser consideradas personas. Para lograrlo, paradójicamente, deben vivir al margen de un sistema que las rechaza, las excluye y las recluye, sin lograr despojarse de su sino trágico.

En el momento que emprenden la huída desesperada y el caótico esfuerzo por comenzar de nuevo, vuelven a caer en comportamientos adquiridos y autodestructivos.
El trabajo actoral realza, a través del procedimiento de desdoblamiento de personajes, los elementos de ambigüedad, inestabilidad y esquizofrenia de ambas personalidades.
Sabina, al igual que Lucrecia, está encarnada por una actríz y un actor simultáneamente, lo que crea un juego de espejos deformados que remarca su fragilidad emocional y psicológica y le imprime, a la vez, un carácter femenino-masculino que produce una dinámica escénica de fascinación y extrañamiento y una singular lógica de interacciones que conjuga el drama, el humor, la ternura y la violencia y va dejando al descubierto relaciones de amor-odio y codependencia, sostenidas a cualquier precio en un clima enrarecido por el encierro.
Dos personajes / cuatro actores; atrayéndose y repeliéndose; necesitándose y rechazándose; respirándose y ahogándose…
Dos personajes / cuatro actores; conviviendo permanentemente en escena; siendo uno, siendo dos, siendo cuatro…
Y un músico, siempre presente en escena, que genera un universo de música y efectos que envuelve a los personajes y acompaña el devenir de cada situación, “respira” cada momento y se convierte en el contrapunto visual y sonoro de la relación entre Sabina y Lucrecia.

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