Relojero

En plena década infame, la familia de Daniel, el relojero, busca cómo sobrevivir. Sus hijos tratan de encontrar su modo de ser libres y están en la disyuntiva de seguir la tradición familiar o transformarla como sea. Por otro lado, los padres se debaten entre soltar a sus hijos para que sean felices a su manera o retenerlos para que sigan el mandato familiar.

Los personajes –sacrificados, frustrados o ambiciosos- transitan diferentes estados: ilusión, resentimiento, decepción, arrepentimiento, realización, fracaso… En Relojero colisionan dos “tiempos” distintos que plantean dos interrogantes sobre la realidad, y problematizan los conceptos mismos de la ética y la moral.

En esta puesta, donde además confluyen dos generaciones de actores, se pone de manifiesto la vigencia de esta tensión entre diferentes subjetividades. Así lo expresa la directora, Analía Fedra García:

“La actualidad de Relojero es arrolladora. Si bien los contenidos por los cuales se enfrentan distintas generaciones (padres e hijos) y los de una misma generación (hermanos; matrimonio) cambiaron, se producen choques sin salida. Aun con las mejores intenciones, y deseando lo mejor para los demás, podemos convertirnos en enemigos invisibles de los otros y hasta de nosotros mismos. Y lo que Discépolo abre con maestría, es que no privilegia ninguna de las visiones: todos y ninguno tienen razón. La risa sacude y salva; desata el horror y mata. Somos grotescos.

Redescubirse a través de los grandes clásicos nacionales es una tarea transformadora, necesaria. Creo que ponerlos en escena es la mejor manera de mantenerlos vivos. No sólo como homenaje sino, sobre todo, dejando que la obra renazca y nos interrogue”.

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