Gángster

1963, Barracas, Buenos Aires, Argentina. Una mujer acaba de descubrir que su marido no es quien cree que es. Y tal vez sea, simplemente, el comienzo de una serie de descubrimientos acerca de quién es cada uno, cuál es su vocación más profunda y cuál es su destino en esta vida.
Hay mundos que suponemos cercanos, cotidianos y al alcance de nuestra mano. Y hay otros mundos cuya épica solo concebimos en los libros o en el cine.
Cuando la ficción reúne ambos mundos como si siempre hubieran sido uno solo, se desencadena una dinámica de situaciones, que no por verosímiles dejan de causarnos asombro.
Es ése el viaje fundamental de "Gángster". Una evocación de los íconos del género policial de los años '60 puesta al servicio de la identificación de nuestros propios vínculos.
Las apariencias pueden presentarse como ciertas, aunque siempre de modo muy diverso del esperado. Su lenguaje vertiginoso termina por proponernos que lo cotidiano siempre es más complejo de lo que creemos.
Honrar esa complejidad puede ser laborioso, o como en este caso, un juego, un regocijo cómplice.

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