Último Premio

De estructura descarnada, descubriendo sólo los impulsos, Rovner enhebra el drama de dos generaciones, que se refugian en un ambiente estrecho, en la realidad de una habitación. Allí están protegidos del afuera o por lo menos es un lugar seguro con respecto a los demás. Pero la amenaza proviene del exterior ("el premio") del intruso que desquicia el mundo simple y aparentemente cómodo limitado por esas cuatro paredes. Entra con encubierta violencia a desatar los más primarios instintos y los temores subconcientes. Como una fina trama que vela pero no esconde el dolor, sino que se proyecta en una única, despiadada ironía, transcurren las escenas de "Último premio". El mundo que refleja es el de la soledad de dos hombres, pero también la radiografía cuestionadora de una sociedad que no reconoce, o bien lo hace tardíamente, las necesidades de quienes la integran. La pieza de Rovner construye un andamiaje a través del cual los personajes aparecen como solitarios en busca de alimento y, pase lo que pase, quedan hambrientos. Cierto determinismo de la frustración recorre la anécdota, puesto que, en ambos casos, el amor aparece como una imposibilidad.
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