DDV - Diario De Viaje para público acostado en escena

Una obra en coproducción con Schloss Broellin (Alemania), PRODANZA y el Fondo Nacional de las Artes.

Declaración de artista:
“Hice una obra para un público ideal, que se pueda tirar en el piso y perderse mirando los diseños de los cuerpos que pasan o de la arquitectura del lugar -un galpón, un jardín, un teatro-. Un público al que le guste construir sentido propio y disfrutar del presente, como en cualquier viaje.”

“Quise hacer una obra portátil, que se pudiera sacar de la valija en cualquier momento. La obra tiene espacio para incorporar sorpresas.”

“Los bailarines usamos el piso todo el tiempo: nos acostamos, rolamos, nos arrastramos. Me dio mucha curiosidad estar en esa situación como espectadora. Así fue que decidí armar pequeños coche-camas para la audiencia en medio del espacio escénico, y dar lugar a una cercanía inusitada entre público e intérprete, permitiendo de ese modo transferir una experiencia propia de la danza a la gente.”

Poder ver a un bailarín desde una distancia de 15 cm., poder vibrar con el calor de un cuerpo cercano, interactuar con los elementos de la obra. Percibir el mínimo gesto de una mano acomodando un cinturón, el sonido de un pie que se apoya al lado tuyo. Las relaciones entre los personajes, las voces, los movimientos de los objetos cobran una nueva perspectiva.

DDV admite ser vista desde las cómodas camas de viaje o desde la butaca teatral. Esta segunda instancia tiene el valor de atestiguar una experiencia que incorpora al público a la coreografía, dando otro nivel de lectura.

La coreografía en su proceso creativo tuvo la participación de un equipo argentino y de un equipo de destacados artistas europeos reunido en Schloss Broellin (Alemania) alrededor de una residencia de Susana Szperling en agosto de 2004. Bailarines de las compañías de Alain Platel, Cirque Du Soleil y DV8 fueron parte de ese elenco que presentó la obra en proceso al final de esa etapa.

La residencia en Alemania:
“Fueron 15 días de trabajo durante 10 horas diarias en un complejo cultural en el campo, a 2 horas de Berlín. En esos días me olvidé del mundo y pude dedicarme de lleno a la obra, disfrutar del sol del verano y de la alegría del intercambio con esos artistas maravillosos. El entendimiento con mis colegas fue perfecto y todo colaboró al desarrollo de Diario de Viaje. Me sorprendí de lo mucho que les interesó la propuesta de DDV en relación al reposicionamiento de su trabajo como intérpretes en escena. También su inmediatez en la resolución de consignas, así como de su nivel total de entrega. El entendimiento era profundo y parecía por ósmosis.”

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