El pan de la locura

"La labor del director escénico podría resumirse así: conoce (lee la pieza, profundiza, estudia); imagina (piensa, mueve, esboza, planea) y crea (para, pone en escena, corporiza). En otras palabras, su creación escénica es conocimiento enriquecido por la imaginación.

Pues bien, como director escénico de mi propia obra, la primera vez de este proceso me resultaba harto cómoda: conocía mi pieza. Pero...¿y la segunda? ¿Bastaría con plantar en escena lo imaginado como autor dramático?¿Mi esbozo escénico, con mis personajes moviéndose en el ámbito egoísta de la palabra, bastaría para formalizar el hecho teatral? Comprendí que el peligro, si existía, estaba allí. Y decidí liberarme del autor. Por supuesto, la tarea no resultó fácil. Todos los directores saben cuánto cuesta sortear las exigencias de un autor que asiste a todos los ensayos. Pero al fin mi terquedad de director venció y convenció también a los actores que, alguna vez, después de haber recibido la indicación de un desplazamiento, señalaban el libro y con una cordial sonrisa enfática me susurraban:- Aquí el autor acota "inmóvil". Por supuesto, yo no tenía más remedio que contestar, con la misma sonrisa cordial y enfática: -No importa. Los autores no saben nada de estas cosas.

Pero el hecho serio y real era que los actores y el director estaban creando, en ese momento y con buen humor, las condiciones escénicas que la obra dramática exigía. Liberado, pues, del autor, contabilicé cómodamente las probables características favorables y desfavorables de la pieza. Y sobre la base de este estudio planeé mi ofensiva.

Con el escenógrafo acordamos crear un clima de realismo poético cuyo logro y riesgo se irían acrecentando a medida que nos fuéramos alejando del naturalismo. Federico Padilla no vaciló en arriesgarse conmigo. Y aún hoy admiro el preciso equilibrio logrado por su paleta.

Luego planifiqué los desplazamientos de cada personaje, dándole a cada uno un movimiento propio de acuerdo a sus características interiores y los metí en cada situación haciéndoles jugar en grupos y movimientos generales que contuvieran la mayor expresividad plástica posible. Intentaba con ello dar personalidad a cada situación, manteniendo a la vez la personalidad de cada personaje.

Después precisé el ritmo general de la pieza, el contrapunto de sus escenas y el ritmo individual de cada personaje. Y así, un día, sorpresivamente, llegó la hora de ponerse a trabajar sobre el escenario.

Es mucha suerte lograr la formación de un elenco capaz, homogéneo, disciplinado y amigo. Yo tuve suerte. Con actrices y actores del elenco estable de la Comedia Nacional y otros contratados especialmente, pude realizar un reparto ajustado a las necesidades de la pieza. Una de las exigencias básicas era el trabajo en equipo de actores que supieran dar un tratamiento interior a sus personajes, con total desprecio a aquello que fuera vana exterioridad. La suerte, repito, me acompañó. Y el tiempo que duraron los ensayos fue pródigo en momentos felices de mutua revelación artística." Carlos Gorostiza en Algo sobre la puesta en escena. Texto El pan de la locura, Bs.As. Editorial Talía. 1958.

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