Casa de muñecas

Una familia que logra finalmente prosperar luego de tantos vaivenes y esfuerzo. Un hogar que se ve agasajado con amigos de antaño y se afianza bajo los preceptos religiosos y sociales de una cultura occidental decimonónica. Un detonante inesperado ante la supuesta felicidad, y una casa de muñecas que comienza a desmoronarse. Cuando Nora Helmer toma la difícil decisión, lo hace desde una decepción sentimental, pero también conmovida por un descrédito hacia los principios en los que había sido educada. Su esposo Torvaldo crece en esos valores de manera fervorosa y se aferra a ellos para realizarse como hombre, esposo y padre de familia. Es esta antítesis la que resume la batalla ideológica del movimiento romántico dentro del cual el autor concibió su creación: la “pasión” en forma de rebeldía, contrapuesta a la “razón” sintetizada en la moral. La temática feminista en esta obra de Henrik Ibsen es uno de los tantos componentes que se perciben, dado que la problemática aquí descrita concierne a la totalidad de los personajes: todos ellos se ven atravesados por las normas y aceptan su rol dentro de la sociedad burguesa luterana y se mueven en consecuencia. Todos, excepto Nora, quien será la representación del individualismo en el sujeto rebelde que debe necesariamente aislarse para ser en sí y lidiar con la soledad que tanto sublima el romanticismo.

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