El avaro

Su obsesivo afán de atesorar, su paranoia de que todo el mundo quiere robarle, su desconfianza en bancos y cajas fuertes, lo obligan a enterrar su tesoro como último reducto de seguridad. El amor lo desestabiliza y pone en duda su lealtad acérrima al dinero. Se vale del orden instituido, de testigo falso y torturas, con tal de recuperar lo suyo.
Harpagón: ¡Dinero! Diantre, no saben decir otra cosa. ¡Dinero! Solo tienen esa palabra en la boca. Hablan siempre de él, es su fetiche. (El avaro de Moliere)

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