Beya...

La trata en escena. Un prostíbulo visto desde dentro. Beya, la protagonista se desdobla entre la realidad que le acontece y una vida en relación a un dios que vuelve a retomar ante la situación de violaciones permanentes, humillaciones, desprecio, la droga, todo lo que ve a su alrededor. Para evitar sufrir tanto se conecta con un estado del alma algo elevado y desde allí con su voz. Habla en segunda persona aunque le está sucediendo a ella misma: te enguascaron, te domaron, te peinaron para adentro; ahí aprendiste a los gritos nuevo nombre y apellido…
BEYA, se hace cómplice del mandamás para tratar de conseguir algún mínimo beneficio. Entre tanto conoce a Lopez Arancibia, un policía que se enamora de ella y la ayuda a escapar. La obra está montada en cinco cuadros visiblemente mostrados en el cambio de luces y de vestuario de la protagonista, quien dice todo el texto completo de la versión novela gráfica de Cabezón Cámara. Una obra-performance sumamente poética en la elaboración de su texto como en la puesta escénica a pesar de su temática. Es un transcurrir poético-musical acompañada de una rima octosilábica, un latir de ritmo proveniente de un piano eléctrico para niños, músicas magníficas de J.S.Bach, John Cage e improvisaciones vocales. La trata asimilada desde todo tipo de opresión. La violencia ejercida dentro de márgenes mínimos entre el bien y el mal. Una ceremonia en su totalidad para ser presenciado.
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