Vulva

Somos nuestras representaciones. Cada percepción que tenemos del mundo es una construcción que realizamos a través de todos los lenguajes que componen nuestro cuerpo. La genitalidad femenina forma parte de lo que no puede ser dicho: sinus pudoris, o cueva de la vergüenza, cunt o lugar sagrado, vagina o vaina, refiriéndose únicamente a la abertura corporal que une la vulva con los órganos genitales externos.

Esta obra surgió como la necesidad de poner en lenguaje corporal el vacío semántico, profundizado por el psicoanálisis, del que lo propiamente femenino no ha podido emanciparse. La identidad sexual femenina aparece como un no lugar, una carencia, física y lingüística, un agujero negro. Apelando a figuras mitológicas que invirtieron este orden simbólico y cultural, Vulva se propone construir una nueva metáfora de esta tensión entre lo sagrado y lo demoníaco, que ha cubierto a la fantasmagórica imagen de la mujer.

La obra vive en la tensión entre lo visible y lo invisible, lo que se dice y el silencio, las diversas sonoridades de los cuerpos movientes, en permanente conexión con la música, de composición original.

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