Tenemos que hablar con las chicas

La obra está atravesada en su totalidad por preguntas incomodas que nos interpelan en forma individual y como sociedad ¿Qué es ser humano? ¿Qué es ser animal? ¿Qué está bien? ¿Qué está mal?
El tema o los temas poseen en la actualidad vigencia, la puesta se lleva a cabo no desde una moral a seguir, desde una verdad única, sino desde la idea en lo que todo es posible, en donde seguramente no habrá una única respuesta, pero si muchas dudas sobre todo cuando se trata de familias en descomposición y de lo que somos capaces, en esto de adaptarnos a sobrevivir y a quedar bien posicionados.
Es un espectáculo teatral que trabaja la fusión de teatro, poesía y música, buscando un lenguaje particular que sirva como medio para expresar y darle forma a sentimientos y estados de ánimos comunes y diferentes de los protagonistas de esta obra. Del concepto de familia y de lo humano se desprenden ideas y sentimientos acerca de la vida, la juventud, los sueños perdidos, el miedo, el sentido común, el racismo, la memoria y la muerte.
Los protagonistas de esta obra desfilan fragmentos de una historia en la cual todos exponen su vida en estado puro y se mezclan inevitablemente en un departamento de Palermo en donde dos parejas deciden que hacer frente a la actitud de una escuela secundaria que ha decidido echar a sus hijas por haber quemado a un perro y darle muerte. Es de esta manera que lo tragicómico, el absurdo, la crueldad, el drama y lo patético se fusionan.
Las escenas se suceden y se relacionan de manera ilusoria, sin contar una historia lineal sino fragmentos de historias de cada uno de los personajes que se entremezclan.
En este departamento de Palermo el tiempo funciona de manera atípica: se detiene, es lento, es rápido, es violento y a veces estalla por la reiteración y descomposición de sabernos humanos.

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