Etiopía

Obra ganadora del Premio ARTEI 2015 |

Años 70 o tal vez mucho tiempo después...

Habitación de una niña: Herminia. Dos muñecas, Brumaria y Germinal, quedaron a la deriva en esa habitación. ¿Dónde se han metido todos? ¿cuánto tiempo pasó ya? ¿cuándo llegarán? ¿Podremos jugar nosotras solas si ellos no están? ¿Cómo era que se hacía una revolución?

Entre la fragilidad de sus memorias y el esfuerzo por entender qué pasó; entre conjeturas imposibles y juegos de muñecas; entre palabras heredadas que no comprenden del todo y palabras inventadas, Brumaria y Germinal intentan recuperar el pasado a partir de escombros que quedaron en el resto de la casa: ropas, cassettes, recuerdos y papeles sueltos.

Germinal cuando sea humana quiere tener un amor...
Brumaria, cuando sea humana, quiere comandar una revolución.

MIRADAS DE LA CRÍTICA.

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¿Cuántas maneras existen para hablar de la década del 70? Con Etiopía, Mariana Mazover recuerda que es posible encontrar maneras todavía no exploradas y efectivas de contar un dolor social. Y que siempre hay chances de narrar una historia acerca del terrorismo de Estado sin la solemnidad que inmoviliza, sin caer en el marrón o el gris como concepto estético (el trabajo escenográfico, de maquillaje y de vestuario, a todo color, es sencillamente delicioso) y con el permiso que da el paso del tiempo para repensar -e incluso revisar desde el humor y la parodia- el accionar de las organizaciones armadas, sus procedimientos y su jerga. Gabriela Julis y Carolina Setton, las actrices, logran sostener durante toda la obra el andar autómata y el feliz riesgo de la incorrección política planteados como premisas por la directora.
/Natalia Laube - Diario La Nación
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Bergson decía que la risa aparecía cuando se revelaba lo maquínico del cuerpo. En Etiopía, la preciosa obra de Mariana Mazover, los personajes son muñecas. Están solas, por momentos se asoman al borde de lo humano, de tanto que han amado a su dueña, de tanto que han escuchado las conversaciones, seguido los razonamientos de los adultos. Están solas porque las personas desaparecieron y en sus voces de muñecas se reproducen las palabras que habían escuchado -de revolución a tirano prófugo- pero astilladas, sueltas, aterradoras. Causan risa, como suele causarla el intento de usar una lengua que no pertenece y que hablamos mal o de imitar movimientos que aún no manejamos, causan risa en el tropiezo para imitar a los humanos, pero a la vez una se retira de la propia risa, porque en esos gestos mecánicos muestran lo tremendo de la ausencia, lo inhumano en su abismo.
/María Pía López
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"Etiopía" me conmovió. Tiene la distancia reveladora y el compromiso que conmueve, tiene el humor que descoloca y alivia; y el dolor necesario, además de una tensión dramática notable. La típica estructura teatral de los dos personajes que esperan está magníficamente explotada. Una obra que quiere entender qué fue ese mundo y pregunta por las palabras de ese tiempo, se asombra y ríe de la jerga militante.Una obra sobre lo que falta para poder jugar, para poder volver a ordenar un mundo que no debería haberse desordenado de ese trágico modo.
/Elsa Drucaroff

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Atrapante y corrosiva. Los diálogos combinan humor y mordacidad en un mundo de niños que no encaja en esa adultez. Gabriela Julis y Carolina Setton realizan un trabajo excelente. El gran Muhammad Ali definía a su forma de boxear como “flota como mariposa, pica como avispa”. Mariana Mazover retoma esta máxima ya que la puesta se desarrolla con dinamismo e impacta como un aguijón ponzoñoso.
/Daniel Gaguine. El Caleidoscopio de Lucy.

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Las palabras, lo sabemos, nunca son inocentes. Es notable como en esa intimidad puede desplegarse de forma casi imperceptible - porque reímos, porque caemos en el juego- toda la tormenta, todo el horror de nuestra historia. Una búsqueda personalísima que rehúye de los lugares comunes, a las estéticas esperables y de las salidas fáciles porque para entrar en esta pequeña gran historia hay que tener la mente despierta y el corazón abierto. Sólo así podrán ustedes decir también, como ella (como Mariana): Gracias por el futuro.
/Verónica Escalante / Leedor.com
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Un viaje que se emprende con amor desde la Memoria. Mariana Mazover elabora un texto maravilloso que eleva a estas dos muñecas al nivel de sujetos testigos y narradores de un acontecer que nos involucra como sociedad. Se lucen en el escenario Carolina Setton y Gabriela Julis.
Beatriz Vanella / Puesta en Escena
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Este es el gran acierto de la puesta: el texto escénico es una “metáfora viva” porque el entramado discursivo complejo – tanto verbal como corporal – en que se desarrolla cada escena, es una estrategia creativa y que, a su vez, tiende una clara relación o nos dicen algo más, corriéndose de los modos de representación habituales. Lograr poner en escena la particular textura de Etiopía requiere de un total compromiso por parte de las tres jóvenes artistas – Mariana Mazover, Gabriela Julis y Carolina Setton.
Mariangeles Sanz Azucena Joffe / Luna Teatral
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Etiopía opera con el corrimiento y desbarate sistemático de la estrecha relación entre significante y significado, y obligan al espectador, como quien toma distancia para ganar perspectiva, a alejarse y observar el revés de la trama de las líneas discursivas del período. El humor, el absurdo, el juego, el chasrcarrillo, el fallido con el dialecto revolucionario fuertemente marcado temporalmente, se superponen a la tragedia que el público conoce, pero que no se dice, sino que se muestra como en un espejo deformante o que muestra aquello que a veces se olvida.
Federico Cano / RevistaDeArriba

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