Justo en lo mejor de mi vida

El genial dramaturgo irlandés Samuel Beckett creía en una bondad esencial que todavía se alberga en el corazón del hombre. No es nada misterioso ni mágico. Pero sí sagrado. Vladimiro y Estragón, los protagonistas de su inmortal Esperando a Godot, aunque miserables, desdichados, nauseabundos, muertos de hambre y con el anhelo del arribo que no ocurrirá jamás, se tienen el uno al otro. Porque la solidaridad es el rasgo humano por excelencia. Del mismo modo, Enzo y Piguyi, los bandoneonistas que se reencuentran de forma tan entrañable como singular en esta comedia ideada por la autora argentina Alicia Muñoz, representan un verdadero canto a la amistad. Ese vínculo que cuando es real, profundo y honesto, no pueden quebrarlo las limitaciones de la distancia o el tiempo, porque lo sostiene el sólido cimiento del afecto sincero.

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