A puerta cerrada

Resulta ridículo y superfluo imaginar oscuras cuevas, con fuegos encendidos en los rincones, habitadas por pequeños y desagradables demonios rojos de largas colas puntiagudas y desmesuradamente malignos.

Resulta sumamente ridículo, mendaz y arcaico.

Sartre, horadando su reconocido y aguzado intelecto, soslaya, inteligente, esta triste, inocente y malintencionada visión del infierno, para recluirnos en un auténtico averno, el que constituye la coexistencia humana, hombre y mujer, como veraz y brutal tortura de estas congregaciones forzadas, parásitas y devastadoras, las que hemos dado en llamar "sociedad"

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