Potestad

El dolor torturante de un hombre que no soporta la ausencia de su hija, cuando todo se reduce a rescatarla con la memoria.
Retener el tiempo, repeler la angustia, evocando obsesivamente miradas, posturas,
distancias, palabras, silencios. La soledad de dos sillas ciñe la narración en el espacio
intensamente corporal. Es el living donde sucedió lo inesperado, lo no previsto, lo
impensado.
Es un texto del dolor. Es inevitable en esta obra no parafrasear al autor en que es un
teatro de estados. Es un texto escrito desde el cuerpo y para un cuerpo que va a estar atravesado por intensidades. No hicimos una versión libre, pero nos tomamos la libertad de aportar nuestra visión multiplicadora. Es un texto desafiante si se quiere transmitir los matices de cada palabra, el tiempo de cada silencio, la angustia que se traduce en el cuerpo del personaje.
Se trabajó la desesperación del personaje a través del ritmo corporal, sus movimientos pequeños, obsesivos, hiperrealistas, que van a ir configurando el diseño de acciones que acompañan el texto.
En la primera parte el personaje logra la empatía del público, que toma con humor sus
reflexiones, sus acciones, su virilidad vulnerada, la dependencia con su mujer. Víctima y victimario se confunden. Después, la violencia de la confesión, la impotente soledad de quien se enfrenta a la propia muerte interior, cuando estaba acostumbrado a certificar la muerte de los demás.

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