Recordando con ira

Los días jueves Recordando con ira se ofrecerá con audiodescripción
(servicio de inclusión para personas ciegas).

Según George E. Wellwarth “el ‘Nuevo Movimiento’ del teatro inglés empezó oficialmente la noche del 8 de mayo de 1956, cuando se estrenó Recordando con ira en el Royal Court Theatre de Londres.

Las críticas fueron sólo cautelosamente elogiosas al principio, y puede decirse que el mito del ‘renacimiento teatral’ británico surgió al domingo siguiente, con la aparición de la crítica de Kenneth Tynan. Tynan culminaba su panegírico con estas palabras: ‘Admito que Recordando con ira es obra destinada a una minoría. Lo que importa es la magnitud de esta minoría. Yo la calculo en unas 6.733.000 personas, que es a lo que asciende en nuestro país el grupo de edad comprendido entre los veinte y los treinta años. Y es indudable que a dicha cifra habrá que añadir un buen número de miembros de otros grupos de edad que experimenten curiosidad por saber cómo piensa y siente el ‘cachorro’ actual…Recordando con ira es la obra de juventud mejor de su década.’

Frente al éxito internacional del teatro de Arthur Miller y Tennessee Williams, “por fin había aparecido alguien capaz de dar réplica a los americanos. El chauvinismo se adueñó de los críticos ante Recordando con ira; y así nació el movimiento de los jóvenes airados [o iracundos].”

Si bien la obra fue leída como símbolo del disconformismo, de la indignación y del impulso de contradicción de los jóvenes de la segunda posguerra, el “héroe” no está de ningún modo idealizado:

Jimmy Porter, un universitario que se gana la vida vendiendo golosinas, detesta a las clases más altas y se desquita casándose con Alison, una mujer de familia adinerada sobre quien descarga su resentimiento y ejerce sistemáticamente violencia psicológica, llegando a ser, por momentos, verdaderamente repugnante.

“Osborne ha realizado una disección excelente, minuciosa y exacta de un matrimonio monstruoso al modo de Strindberg”, señala Wellwarth. “El problema de Jimmy Porter no es la injusticia y la hipocresía del orden social, sino la paradoja que está en el fondo de su psicología: por un lado, su necesidad desesperada, obsesionante, de poseer por entero el amor de una mujer; por otro, su incapacidad congénita para llevarse bien con sus semejantes.”

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