Diario de incertidumbre

El tiempo es artero…

Genealogía de Diario de incertidumbre

Fue en el instante en que sufrí un accidente doméstico cuando sentí que el tiempo se detenía como si fuera una polaroid. En ese presente, trágico, me aparecieron fragmentos de mi pasado, una enorme sensación de soledad e incertidumbre. La imagen de la caída, el dolor y luego sucesivas preguntas funcionaron como un posible embrión de la obra.

Así comenzamos la deriva que nos condujo a Marcelo Pitrola y a mí a transformar este episodio del orden de lo íntimo en teatralidad, en ficción. En los encuentros fuimos encontrando a Diana, el personaje central de la obra. Dando lugar a nuestro imaginario y a situaciones conocidas de mujeres próximas a nosotros y a mí misma. Así fuimos construyendo ese universo teatral, que es Diario de incertidumbre.

En este intercambio, entre el texto que Marcelo escribía y mi acompañamiento, fue apareciendo, como necesidad de estructurar teatralmente ese relato, la puesta en escena. Gran parte de la investigación de las imágenes proyectadas apareció luego, en los ensayos, junto a Alejandra Soto, quien con su creatividad realizó el diseño visual de la obra.

Hay en la puesta un gran vínculo entre el espacio y el cuerpo de la actriz protagónica. Se produce un desdoblamiento del espacio. El hospital por un lado y por otro una especie de limbo, un lugar íntimo, subjetivo. El cuerpo en el hospital es atravesado por el dolor que produce inmovilidad. En ese otro espacio subjetivo el cuerpo cambia acompañando el relato reviviendo el pasado.

El diseño de sonido, compuesto por el músico Alejandro González Novoa, construye en la obra una dramaturgia sonora, generando otros espacios posibles. La luz, realizada por David Seiras, colabora en la construcción de esos dos espacios antes mencionados: uno físico (el hospital) y otro mental.

Agradezco la generosidad y el talento de la actriz, Emilse Díaz, quien vitalmente hizo que la puesta en escena se terminara de armar.

Silvia Hilario

Notas sobre el proceso de escritura de Diario de incertidumbre

Desde las reuniones iniciales, en las que Silvia Hilario me acercó la idea de escribir sobre una mujer que se descubre en una crisis vital a partir de un accidente doméstico, pensamos la posibilidad de trabajar con el género diario. El proceso empezó con la escritura de fragmentos en los que Diana monologa y otros en los que habla con un interlocutor ausente. En esos primeros textos fue apareciendo una superposición de capas temporales: su infancia, sus amores, sus padres, sus muertos. Buscamos investigar las posibilidades de convertir un género de la escritura y de la intimidad, como es el diario, en un hecho teatral a través del monólogo y de la fricción con las situaciones dialogadas. Un género que está relacionado con el registro del mundo individual y de las pasiones personales se vuelve colectivo a través de la puesta teatral. El mundo interior de la protagonista, que incluye su pasado, sus deseos, sus dolores, se exterioriza ante el público.

Las charlas con Silvia me dieron las bases sobre las que construir el mundo de Diana. Después, fui haciendo ficción con retazos de las mujeres que más y mejor conozco, también con imágenes de mi infancia, de mis vínculos familiares, de mis propias incertidumbres. Como en todas las fatalidades del tiempo vital que ponen coto a nuestros proyectos, hay una fuerza trágica en el límite biológico para la posibilidad de la maternidad. Avanzada la escritura, encontré que hacia allí iba el deseo de Diana. Bastante más tarde fue necesario romper con el vértigo agobiante del soliloquio y así decidí introducir los personajes de la guardia del hospital: la médica y la enfermera. Estas voces dieron lugar al juego, al cambio de registro y también al desarrollo de una pequeña acción dramática. La médica presenta el discurso aséptico de la ciencia, que se ocupa de alcanzar un diagnóstico, de encontrar el problema para dar con la solución. La enfermera, con sus cuidados y rutinas, trae la impronta de la vida, el ritmo de su propio mundo.

“Ni mejor, ni peor, ningún cambio”, dice Winnie. Casi desde el comienzo pensé que Diario de incertidumbre dialogaría con Los días felices de Beckett, obra que, claro, me apasiona. Como se trata de una coreógrafa y actriz fue orgánico explicitar esa marca y ese diálogo. En su inmovilidad no metafórica Diana siente, al contrario que Winnie, que el tiempo y su propia vida se le escurren entre los dedos. Como nunca antes, experimenta el vacío de todo lo no realizado hasta el presente. Después de la caída, su cuerpo le da la primera señal de una colisión entre el tiempo biológico y el subjetivo. Procuramos encontrar a nuestra heroína, nuestra Diana cazadora, en el momento exacto en que se produce esta conmoción interior.

Marcelo Pitrola

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