ContraAcciones

Estamos en la oficina de una gran compañía multinacional. La directora está esperando a su empleada Emma para mantener una reunión informal. En esta primera entrevista se le recuerda que en el párrafo quinto de la página tres, en el contrato que firmó, se lee claramente que están prohibidas las relaciones románticas y, por supuesto, sexuales entre los empleados, supuestamente para poder salvaguardar conductas injustas o discriminatorias. Pero en el tercero de sus encuentros, los hechos dan un giro mórbido: la directora le pregunta a Emma sobre una cena romántica que su compañero Darren dice que disfrutaron juntos. Los acontecimientos empiezan a ser “preocupantes” cuando la directora le pregunta a Emma sobre sus relaciones sexuales como si de un estricto cuestionario de trabajo se tratase.

Contracciones atrapa desde el primer minuto porque habla de un fenómeno creciente: el sacrificio de la vida privada a fin de conseguir exigencias laborales extremas. Por su lenguaje conciso, cortado a cuchillo, esta partida con cartas marcadas evoca a la que juegan las protagonistas de Oleanna. En su curso resuenan el Mamet de Glen Ross, el Pinter de El montacargas y el Havel de El comunicado.

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