Prefiero que me quite el sueño Goya a que lo haga cualquier hijo de puta

El texto de Rodrigo García propone una nueva mirada acerca del vacío de la sociedad contemporánea poniendo el acento en el refugio que pueden encontrar las personas tanto en el arte como en la filosofía para escapar de la indolencia, el desasosiego y la banalidad.
A partir de la súbita toma de conciencia acerca de la situación del narrador, y a partir de su decisión de invertir los ahorros de toda su vida en ir hasta el Museo del Prado en Madrid para ver las pinturas negras de Goya, además de contratar al filósofo alemán Peter Sloterdijk para que le explique el mundo, García nos sumerge en su universo caótico y despiadado a través de la provocación y la literalidad ética como herramientas de su lenguaje afilado, en la que da cuenta del estado del mundo de una manera implacable, y en donde no se escapan sus clásicos tópicos: lo familiar, el sinsentido del consumo compulsivo, el reemplazo de un imaginario auténtico por uno globalizado y mercantilizado, los valores éticos y los valores simbólicos, etc.

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