Si es amor de verdad, me dirás cuánto entonces

Basado en “Antonio y Cleopatra” de William Shakespeare

Sinopsis:

Shakespeare siempre se está haciendo. Sus textos, nuestras voces y las voces de otros. De la cercanía más próxima, (la lectura en su propia lengua), a la exhibición íntima de la perspectiva de nuestra subjetividad agitada por su magnitud, ni más ni menos que “la invención de lo humano”…

Sobre la adaptación:

Shakespeare está hecho. Shakespeare siempre se está haciendo.

¿Cómo aproximarse a Antonio y Cleopatra, a pesar de la conciencia de la imposibilidad de hacerlo? (Y aún cuando se piense en el rompimiento como un modo de hacer).

Shakespeare es, para nosotros, lenguaje. Es su lenguaje particular, con su potencia poética, la fluencia de su ritmo, la vitalidad de su organización, lo que va construyendo la exuberancia de sus mundos. Y como lenguaje nos plantea una primera cuestión: la lengua.

A su vez, Antonio y Cleopatra, es una obra visiblemente excesiva y agotadora en su intensidad, al decir de Harold Bloom, “interminablemente variada”. (Cinco Actos. Cuarenta y dos Escenas. Once espacios: Roma, Alejandría, alrededores de Alejandría, Puertas de Alejandría, Sicilia, Partia, Egipto, Atenas, Monte Mesina, Galera de Pompeyo y la Batalla de Actium. Y treinta y siete personajes.-Más algunos oficiales, sirvientes, soldados, acompañantes y mensajeros).

El espacio se vuelve material y el tiempo tiene su peso y en sus entramados se nos revela un cambio histórico: Un mundo (¿un modo?) se está sustituyendo por otro: Nace la Roma Augusta.

Y Antonio y Cleopatra, instalados en ese momento, nos van expulsando hacia afuera, hacia la perspectiva del mundo sobre ellos, y nuestras perspectivas sobre ellos. Hasta no poder indagarlos más. Finalmente el mundo habla por ellos.

Así, Sobre el final, Octavio, abriendo la nueva era, saluda a los amantes muertos. (De modo semejante a Fortinbras sobre el cadáver de Hamlet). La historia sigue o comienza. Siempre es igual.

Nuestro intento es una huida, (o pasaje) a través de cinco espacios. De la cercanía más próxima, (la lectura en su propia lengua), a la exhibición íntima de la perspectiva de nuestra subjetividad agitada por la magnitud de sus textos, ni más ni menos que “la invención de lo humano”…

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