Cuidar a Boris

¿Una casa hubiera curado nuestra herida? Es que creíamos que una casa era la herida misma, los muros entre los cuales la fealdad crecía como una flor venenosa, soñábamos desde la infancia con un viaje que nos salvara, una isla desconocida y cálida, el resguardo imaginario que hacía falta para sobrevivir en el aislamiento de los ermitaños o los monjes. No existía el ansia de la dicha, nunca existe cuando la principal urgencia es escapar. Claudia Masin

Ésta obra cuenta con el apoyo de Proteatro.

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