Crimen en la Munich

Una original comedia policial que utiliza la interacción (actor/espectador) constantemente, ambientando la historia en una cervecería de la década del '30.

El espectáculo se divide en tres partes. En el comienzo, mientras el público degusta un vaso de cerveza, la orquesta en vivo anima la fiesta con temas de la época (Miller, Goodman, Lewis, etc.) y diferentes "personajes", entre los que se cuentan Leopoldo Lugones y Alfonsina Storni, motivan al público a integrarse al baile. Un misterioso crimen da comienzo a la segunda parte y la investigación de quién fue el asesino involucra por distintas cuestiones a todos los personajes y también, graciosamente, a algunos integrantes del público. En el final, y después de descubrir al asesino, un estruendoso y divertido baile de carnaval hace de broche final para que los espectadores dancen hasta que las velas no ardan.

Resumen de la nota de Ivanna Soto (Diario Clarin, Revista Ñ):

No pasa todos los días. Entramos a un lugar y, de repente, sentimos lo inadecuado de la ropa que llevamos puesta. Somos de otra época. El lugar al que entramos es la vieja cervecería Munich, y allí celebramos el Carnaval de 1937, tomando una Quilmes con maní junto a la alta sociedad porteña: la joven Alfonsina Storni, con una sobria sonrisa que esconde su impredecible final en el mar; Leopoldo Lugones, plenamente conquistador; Regina Reyes, celosa y despechada; el implacable inspector Magreto; Zoilo Chávez, famoso tendero y constructor del edificio más alto de Buenos Aires –junto a su intrépida y chabacana esposa Lucía Campos y su tímido socio Andy Goizuela. Un afectado presentador francés da la bienvenida, mientras Renzo Rizzo el mozo observa a todos con desconfianza.

Crimen enla Munich, de Marisé Monteiro y Pablo Sodor, no sólo cuenta, sino que revive la historia de la cervecería Munich, inaugurada el 21 de diciembre de 1927 y cuyo financista fue el dueño de la cervecería Quilmes, Otto Bemberg. "Intentamos recrear cómo era el lugar en aquel entonces a partir de replicar exactamente lo que veíamos en las fotos", explican los autores.

Y la similitud es impactante. El contraste de los jeans con los vestidos glamorosos de la gente allí sentada no es muy alentador. Las damas, con sus labios de un rojo carmesí brillante y sombreros grandes cubriéndoles los peinados elaborados, y los hombres, vestidos de impecabilísimos Chaqué y trajes con sombreros y moño, se pavonean por la sala haciendo gala de sus finos modales.

Pero después, todos se mezclan. Con una impecable banda de jazz tocando sobre el escenario temas de Miller, Goodman y Lewis, el brillante piso bordeado por las mesas circulares se llena de gente bailando. Y en la pista, el anacronismo llega a su máxima expresión. Entre trencitos y puentes que unen a las diferentes generaciones, un centenar de personas mueven sus cuerpos al ritmo de la música, hasta que el infaltable muerto hace su aparición en el medio del salón. "Orden en la sala", grita el inspector, frente a tamaño alboroto.

Y de ahí, tres muertos más. Una ola de temor inunda el lugar. Inevitablemente, todos los espectadores son sospechosos. Risas nerviosas, involucrados,la Policía, esposas de por medio y un hombre de entre las mesas al que se le encuentra una jeringa con cianuro. ¿El asesino?

Pero los crímenes no sólo suceden en esta divertida comedia policial. Esta cervecería fue cómplice de muchos otros asesinatos y suicidios reales y fueron la fuente de inspiración de los autores de la obra. "En aquellos tiempos, la burguesía en ascenso, la aristocracia y los intelectuales tenían un ingreso a la elite de Buenos Aires que hoy ya no tienen, y había mucha competencia desleal", explicó Sodor.

Durante la obra, el ambiente socioeconómico, político y cultural del momento se cuela por todas partes. "Bajo la presidencia de Justo, Argentina estaba en boga. El año anterior se había construido el obelisco y por eso algunos de los personajes de la obra, además de intelectuales, son magnates de la construcción", comenta Monteiro. Pero con esta burocracia en ascenso también convive la otra cara de la sociedad: trabajadores, anarquistas y huelguistas que luchan con una avasalladora conciencia de clase.

Este estilo de teatro, que se llama living-movie, fue bautizado por Sodor allá por la década del '90, y luego Monteiro empezó a investigarlo, hasta que el destino y las circunstancias los unieron. Sin embargo, esto no es exactamente un living-movie, porque la gente no se traslada permanentemente de un lado a otro para seguir a un determinado personaje, como sucedió en los anteriores living-movie de Sodor. En Crimen enla Munich, la gente primero recorre parte del edificio, va al subsuelo -donde estaban las cámaras frigoríficas- y después sube al gran salón, donde se sienta en las mesas de aquella época y sólo se levanta para bailar o interactuar con los actores.

Con el crimen resuelto, y la demostración de que la impunidad no es sólo de nuestros tiempos, luego de mucho baile, música y cerveza, la obra llega a su fin. Mientras los espectadores se acercan a la puerta de la cervecería, adornada con un soberbio vitraux, el tiempo se torna asombrosamente inmóvil. Luego, las puertas se abren. Los años '30 se dejan inundar con los ruidos cotidianos de la actualidad y el mundo retorna a su vertiginoso ritmo habitual.
Resumen de la nota de Ivanna Soto (Diario Clarin, Revista Ñ)

Los cupos son limitados (100 personas) y las entradas se venden con 2 semanas de anticipación en el Museo.

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