Peor que robar un banco es fundarlo

Es una sátira a la sociedad, en tono de humor, la obra experimenta con un grupo de personas de diferentes clases sociales en una situación extrema: rehenes en el asalto a un banco. El texto propone al espectador un juego en el que lo instala en una nueva lógica, que no conoce de límites. Se revaloriza el humor, que gira por momentos hacia el absurdo. Los personajes son reconocibles, es posible identificarse con cualquiera de ellos. Están hundidos en invisibles juegos de poder que escapan a su racionalización y conciencia. Todos padecen, disimulan, mienten, sueñan ese momento en que algo modifique sus vidas. Sometidos al individualismo persiguen su utopía: ser lo más feliz que se pueda sin pensar en las consecuencias, olvidándose del otro. A partir de ahí se dará lugar a una serie de conflictos en los cuales aparecerán las conocidas miserias humanas, en un "sálvese quien pueda" desnudando lo peor de cada personaje. La obra no es realista, es de un humor delirante, disparatado y audaz, con un final que sorprenderá y abrirá las puertas a la reflexión.

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