La cosa y la cruz

La incomunicación, terrible, total, plena. Eso es la soledad. Y eso es precisamente lo que se ve en el cuerpo y la lengua de La cosa y la cruz. La puesta en escena tiene una raíz deconstructiva.
Una vez armada la historia, basada en tres poemas, la conmoción se completa. Son rusos, nos hablan de sus desencuentros, búsquedas y pérdidas.
El significante, vaciado de su significado, es tal vez una de las experiencias más intensas de la soledad, y es también una descripción ajustada de nuestro mundo contemporáneo, sobresaturado de datos y palabras que son ruso para cada una de nuestras sensaciones.

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