Azares de Cervantes y Gardel

Azares. ocurre en Buenos Aires, en un tiempo indefinido. Son dos personajes y un conflicto: el destino.

El propósito del autor, Alberto Mario Perrone, la puesta escénica de la coreógrafa, Silvia Vladimivsky y la música de Sergio Vainicoff evidencian lazos y contrastes asimilables, entre dos figuras de indiscutible popularidad y una situación que los vincula al mundo de la imaginación.

Un modo de potenciar libres interferencias de la novela del clásico universal Cervantes, y el mayor exponente criollo del tango cantado, Gardel.

Ya que existe una atracción irresistible para imaginar la posibilidad del encuentro latinoamericano. En su siglo, el español ambicionó trasladarse como inmigrante a América. Así lo solicitó y sufrió la negativa real.

Se le prohibió emigrar de su España. "Que busque por aquí", quedó asentado el rechazo manuscrito, al margen del mismo memorial elevado al Rey por el escritor.

Han pasado cuatro siglos de la publicación del Quijote, y por otra parte transcurrieron también más de 70 años de la muerte de Carlos Gardel, quien está probado que arribó a Buenos Aires desde Francia, en brazos de su madre soltera, que debió abandonar su país por problemas familiares.

Por lo que Perrone, Vladimivsky, Vainicoff, con quienes colaboró un equipo de excepcionales creadores y profesionales de la danza han instalado una poética de imágenes provocativas, cuerpos y tensiones en movimiento para un puente mediador entre una cultura y otra; de un clásico literario al sentido de nuevas canciones; de un sentir castizo a un español americano, y un habla porteña. Palabras, símbolos, formas, movimientos, gestos, sonidos y giros de una pasión que viene del pasado, se transforma y actualiza para contener y prolongar valores humanos.

El Quijote y Carlos Gardel más que categorías estéticas anudan el encuentro inesperado entre tiempos y el alma que canta, aun en días despiadados. Ellos aportan la inquietud de entrecruzamientos fantasiosos, vitalmente sugerentes para expresar otro escenario.

Ya que este espectáculo, en definitiva, sugiere varios símbolos, ciertas metáforas para tentar la continuidad de un Quijote español en un Gardel, porteño.

Y mientras que el Quijote ama a Dulcinea pero solo alcanza una infranqueable distancia con la mujer de sus pensamientos, su amada ideal, Carlos Gardel, aquel niño inmigrante convertido en hombre de existencia real, se resguarda tras una ficción de aplauso y cinematografía donde como en su trayecto cotidiano, quizá la madre sintetice el endiosamiento de mujeres que lo veneraron, hasta el capricho.

El Quijote es una ficción de una ruta ideal, sólo accesible al luchador utópico, al inclaudicable soñador de un mundo mejor donde el amor puede convertirse en compañía, buenaventura, fantasía, ritmo, juego y sin duda, canto y música que atraviesa el cuerpo.

Por su parte, Gardel es el concreto hacedor de un estilo y a su vez protagonista de una insomne gira musical que habrá de instalar su trascendencia en la sensibilidad popular, mediante films que afianzan y crean caracteres arquetípicos.

Desde ahí habrá de encandilar a mujeres que insisten en volver a tentarlo, a pesar que ya no exista. Por eso habrá de prolongar su sueño reconfortante para el solterón al que "se le dio una racha buena", y donde continúa recibiendo el aplauso unánime, permanente de nuestra posteridad, que prolonga fama y perfil.

Se ha dicho que Gardel tuvo tiempo para grabar casi mil placas discográficas, donde dejó su voz impresa para la eternidad.

Y se sabe que Cervantes escribió innumerables poemas, relatos, obras teatrales, pero su gloria eterna es la novela el Quijote, y a ese personaje hace referencia y cita esta nueva propuesta para teatro-danza, donde ninguna de las dos personalidades ha perdido su voz; ni son abstractos: Cervantes, el Quijote, Sancho, Dulcinea, Gardel y sus novias, doña Berta, continúan encarnados significando entre nosotros y sobre la escena como una materia viva significante: presentándose/acercándonos.

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