El Paso de Santa Isabel

Un hombre ansía conservar intacto el cosmos que se ha configurado para preservarse de las heridas que eclipsaron su vida.

Luna es el vitalicio guardabarrera de un paso campero de vías de tren. Su casilla es mucho más que su lugar de trabajo, es su refugio y su abrigo. Su soledad viene paliada por una compañera idílica, a la vez bálsamo y fetiche. Un cuadro de Isabel Sarli. Luna la eleva a la santidad y comparte con ella cada día de su vida, y se encomienda a ella para cumplir bien su trabajo. También la protege de los mirones que viajan en tren.

Pero la armonía que ha logrado encauzar se verá sacudida cuando reciba la visita de un supervisor que amenaza desbaratar su construcción. Los automóviles ya no cruzan por ese paso y su trabajo es aparentemente inútil. Luna referirá una apología sobre su derecho a quedarse allí con la misma convicción con que el capitán de un barco permanece en él, aún ante el peor de los peligros. Porque detrás de su barrera, Luna encontró sentidos para estar vivo y no piensa renunciar a ellos.

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