A puerta cerrada

Tres personas se encuentran, después de su muerte, en un infierno muy particular. Allí, la mirada del otro se convertirá en una necesidad extrema: dependerán de ella para reconocerse, para existir. Se confrontarán unos con otros, convirtiéndose en verdugos recíprocos para toda la eternidad.

Sartre elige esta paradoja del encierro para hablar con humor e ironía acerca de la libertad.

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