Así se muestra Luciano Cáceres, actor de teatro, cine y televisión, y director de tres obras en cartel y una en preparación. Como director, plantea que no puede ni quiere encasillarse en un tipo de teatro. Su deseo de meterse en problemas lo lleva a experimentar con distintas formas de expresión y crear a partir de las limitaciones que puedan aparecer. Observador inquieto que no puede negar la esencia misma de su profesión: la acción.
Su primera obra fue a los diez años y de ahí no paró. Estudió diez años con Alejandra Boero, quien le dió la posibilidad de “caminar escenarios”, trabajar con todo tipo de textos y contar con la energía necesaria para encarar cualquier proyecto. Recién llegado de los flashes del 8th. Shanghai International Film Festival y con un premio bajo el brazo por su labor en Garúa, dialoga con Alternativa Teatral sobre su relación con sus obras, el público y la crítica. 
 
Primero que nada, ¿cómo fue tu experiencia en el Festival de Shangai?

Buenísima. Fuí invitado junto a Gustavo Corrado, director de Garúa, película que compitió en los rubros: mejor película, mejor director, mejor actriz, mejor fotografía, mejor guión y mejor actor. Fue increíble, fue la única película argentina que este año participó en la competencia oficial de un festival clase “A”. Por otro lado, la competencia era muy dura, había actores de la talla de Gerard Depardieu, entre otros, y ganamos el premio de la crítica. También la recepción por parte del público fue muy buena, y eso fue muy emocionante. Se generó un silencio inquietante durante la función, apenas terminó la película veías a los chinos llorando y de repente, muchas personas, cámaras que nos preguntaban cosas y que les interesaba la película. Fue increíble.
 
¿Como actor te sentís más cómodo en teatro o en cine?

Teatro, como siempre. Aunque si me das de elegir, seguramente terminaría haciendo las dos cosas. El cine es un lenguaje diferente, con tiempos muy distintos. Sobretodo en relación al tema de la ansiedad y la espera. De repente vos estás diez horas en el set y trabajás solo cinco minutos. Para mi es terrible, no puedo estar diez horas sin hacer nada. Entonces me pongo a arreglar las luces, a ver los lentes, pregunto de todo y aprendo muchísimo, sino me vuelvo loco. De todos modos, es un lenguaje que me interesa y que me gustaría aprender.
 
Como actor trabajaste con muchos directores ¿Hay alguno que te interese especialmente? ¿Cómo fue tu experiencia con ellos? 

Últimamente tuve una especie de exclusividad con Javier Daulte. Entre “Bésame mucho” y “Nunca estuviste tan adorable” fueron como más de tres años de trabajo conjunto. Con él me siento muy cómodo, me parece un genio, disfruto mucho los ensayos y sus obras. Me dió la posibilidad de viajar y me abrió mucho el camino. También fue muy fuerte participar en un proyecto tan personal para él como “Nunca estuviste...”, y que me haya dado el papel de su papá, fue muy emocionante. Después con Rafael Spregelburd y la locura de “Bizarra”, fue muy divertido. También con Helena Tritek aprendí mucho, es una verdadera artista. Ella no trabaja como una directora convencional que te lleva psicológicamente, es como si pintara un cuadro, dibuja en el aire. También te pide cosas muy poéticas. Tiene como una lógica plástica-musical muy interesante.
Creo que tanto Daulte como Spregelburd, son artistas muy capaces y significaron un aire nuevo que le vino muy bien al teatro. También hay algo clave en ellos que tiene que ver con una vuelta al entretenimiento. A veces entre los actores aparecen experiencias raras y esa cosa de hacer algo solo para nosotros o para una elite. Ellos no, de repente hacen algo muy bueno, pero para que el público se divierta y la pase bien. Es un teatro efectivo, emocional, inteligente. Confirman que se puede hacer un buen producto y que pueda entretener.
 
¿Cómo explicás el éxito internacional de artistas argentinos jóvenes tanto en festivales como en otros circuitos?

No sé. Por ejemplo “¿Estas ahí?” se hizo en España con dos actores muy reconocidos en su país y fue un exitazo. Por un lado me parece que en España, al menos lo que vi y salvo algunas excepciones, el teatro no es tan bueno. En Argentina el off compite mucho y hay mucha producción. Por otro lado, a los artistas argentinos se los trata mejor afuera. Acá el artista durante mucho tiempo fue “el que no quería laburar” y creo que todavía hay algo de eso. Mucha gente se sorprende cuando digo que me dedico al teatro. No me lo creen y me dicen si no hago nada más o de qué vivo. Quizás no entienden que es una elección, que a veces pasan seis meses y no hay nada de plata pero uno sigue laburando a full. Acá todavía manda mucho la televisión. Hasta familiares y amigos míos recién empezaron a verme como actor cuando empecé a trabajar en TV. También, quizás tenga mucho que ver la crisis, a veces motiva mucho; a otras las para y a los inquietos nos mueve.
 
¿Cómo surge la idea de hacer “La isla del fin del siglo” de Finzi, en el Cervantes?

En realidad me la propusieron, creo que también hay algo de querer incluir a la gente del off, que ellos creen exitosa, en otro circuito. Me gustó la idea y cuando leí la obra de Finzi me intereso mucho más. Fue bárbaro hacer algo tan distinto, más allá de los problemas. Como director yo no digo “soy de este tipo de teatro”. Quiero meterme en problemas y “La isla del fin del siglo” es un poco eso.
 
¿Y “Los Reyes”?

Para este proyecto me puse a trabajar alrededor de ciertas cosas que me interesaban: que corra musicalmente el texto y un tratamiento sonoro en donde se trabajara con un ruido blanco –fuera de señal-, que el “ssshhh” se transformara en el movimiento del mar, en los paneles. Hay algo casi inaudible, imperceptible, que tienen con toda la obra y me puse a trabajar a partir de esto.
 
En “Los Reyes” me pareció notable la diferencia entre los estilos de actuación ¿Cómo trabajaste con esto?

Fue complicado. En algunos casos trabajamos con la declamación y en otros no. Pero fue interesante, yo me lo tomé como un desafío. Mi trabajo en ese sentido siempre fue muy profesional. De repente aparecen algunas dificultades y creo a partir de ahí.
 
¿Cómo fue el proceso de creación de Criaturas de aire?

Mónica Viñao estuvo un año con la obra pero no la estrenó. Me llama Lucía Laragione, la autora, que tenía dos subsidios para hacer la obra y se le terminaba el tiempo. Nos pusimos a armarla, pero los subsidios pasaron y la obra la hicimos con $1005. Primero trabajamos mucho sobre el texto, no ensayábamos. Después con Juliana Muras se trabajaba más lo actoral, mientras que yo filmaba las dos películas. Finalmente en un mes pusimos la obra, ensayando cinco veces por semana. La pasábamos y pasábamos, y todos los días agregábamos una escena.
 
Hay algo muy cinematográfico en Criaturas...

Sí, quizás por que yo venía de hacer dos películas y tenía esa idea. Los planos, el fuera de cuadro, eso es muy fuerte en la obra. Creo que superó ampliamente nuestras expectativas.
También me fue raro armar el ambiente de campo, yo soy un chico de ciudad. Pero me acordaba de una foto de mi papá con sus hermanos en La Pampa. Están todos rapados con un mechoncito casi en la frente. Yo cuando veía esa foto se usaba el jopo, y mi papá me decía que ese jopito que tenían ellos se los dejaba el padre para agarrarlos de los pelos. Los afeitaban por los piojos, pero les dejaban un poco de pelo para agarrarlos. La obra es un poco así, es violenta pero naturalmente violeta. Por eso no quise enfatizar en la violencia sino que se diera como algo natural.
 
¿Te parece que son obras destinadas a diferentes tipos público?

Creo que recién cuando vas trabajando sobre la obra te vas dando cuenta para qué público va a ser. De todos modos, y quizás lamentablemente, creo que el público de teatro es un público mayor. Me refiero al público que va al teatro y que no son actores, ni estudiantes ni amigos de los realizadores. La gente que va y paga una entrada al teatro es gente grande.
 
¿Por qué creés que se da este fenómeno?

La televisión tiene algo que ver. También la crisis y el tema de pagar una entrada. El pibe que tiene $5 o $10 se toma una cerveza, no va al teatro. También está el tema del desconocimiento. Por eso creo que está muy bueno el Proyecto de Ana Durán de Formación de Espectadores. Con “Criaturas...” es buenísima la recepción por parte de los chicos. Me impresionó mucho la charla que tuve con ellos, me decían que tenían miedo, que estaban muy cerca. Les parecía muy “real” y no entendían cómo era teatro aquello que estaba “tan ahí”. Me llamó la atención cómo retenían las imágenes, el sonido, la información, ¡algunos registraban frases enteras! Es muy fuerte, la mayoría son pibes que van al teatro por primera vez.
 
¿Cómo es tu relación con la crítica teatral?

Hay críticos que no los respeto para nada, gente que siempre me critica muy mal. Hay otros críticos, como Patricia Espinosa o Federico Irazábal, que me han sacado buenas críticas y otras no, pero los respeto muchísimo. Es gente que tiene un lugar desde donde generar la crítica, tiene respeto por el trabajo e interés por entender la propuesta y no criticar por que no vió lo que quería encontrar. Por otro lado, a mí me interesa la crítica como estudio, como registro del trabajo, enmarcada en un contexto histórico. Hoy en día las críticas no son interesantes de leer, creo que la crítica tendría que ser interesante por sí sola como texto.
También me parece un problema que haya cada vez menos espacio en los medios para las críticas teatrales, sobretodo para el off que le dan apenas una columnita y los periodistas tienen que condensar toda la información. Termina siendo algo constrictivo y ponen frases como “correcta actuación”. Vos ensayaste y laburaste un montón ¡y de repente viene alguien y te dice esa frase! Así como tanto teatro hay tantos críticos. A mi me encanta que me critiquen aunque también me gustaría confrontar. No contestarle sino preguntarle ¡¿qué es “correcta actuación”?! Sobretodo en los casos que no argumentan ni desarrollan.
Por otro lado, la crítica no va a ver todos los espectáculos. Clarín recién me hizo una crítica por primera vez cuando estuve en el Cervantes. Yo hice muchísimas obras y tuve un montón de premios y nominaciones y en tantos años Clarín ve recién ahora una obra mía.
 
Tanto los textos, los actores como la propuesta estética de tus obras son muy distintas ¿En dónde aparecés vos en esa diversidad?

Insisto que es por meterme en problemas y ahora también lo estoy haciendo. Estoy ensayando una obra policial musical y estoy preparando un proyecto histórico. Creo que tener la posibilidad de hacer todas estas cosas es buenísimo. Yo aprendo haciendo y para mí la acción es clave. Prefiero equivocarme mil veces pero haciendo las cosas. Igual, todavía sigo buscando esa obra que me rompa la cabeza, pero me interesa esa diversidad y tengo ganas de experimentar. Incluso mucha gente no me reconoce, gente que había visto “Paraísos Olvidados” pero no sabían que era el mismo director de “Criaturas” o “Los reyes”. No me identifican como la misma persona. Yo estoy seguro que en la mayoría de estos proyectos no “soy yo”, quizás hay algo mío en el tipo de resolución, pero como un trabajo y ganas de aprender de eso. Soy joven y no me cubro con eso, pero no quiero que me pase la juventud, o mejor dicho, quiero que me pase.
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