La ciudad de Buenos Aires, siempre tan prolífica en versos del autor español, ofrece dos propuestas que continuarán en 2011 y que, de la mano de Juan Carlos Gené y María Marta Guitart, nos adentran un poco más en el universo lorquiano.

Federico García Lorca nace en 1898. Curiosamente, el mismo año que otro de los grandes referentes de la dramaturgia española contemporánea: Jacinto Benavente. Sin embargo, el signo político y la relación con el franquismo harán de estas dos figuras emblemáticas, personajes casi antagónicos. El brutal asesinato de Lorca en 1936 deviene en insignia de uno de los períodos más oscuros del siglo XX: la II Guerra Mundial que, según muchos historiadores, comienza, en realidad, con la Guerra Civil Española. Y el paso de Lorca por la Argentina se transforma, de esta manera, en referencia ineludible de una política de la resistencia desde el arte.
Su producción como escritor tiene dos líneas bastante definidas: la más conocida, que le valió la pelea con Salvador Dalí y la “salida” de España, es la que se refiere a los dramas rurales (Yerma, Bodas de sangre, La casa de Bernarda Alba) y la tradición andaluza (El romancero gitano). La menos conocida es la línea simbolista, con obras como El público o Poeta en Nueva York. Y todo esto sin contar su trabajo con el grupo La Barraca.

Pero volvamos a lo que veníamos. El Poeta (como lo llama Gené) viene a Buenos Aires a finales de 1933 y principios de 1934, con una gigantesca resonancia. Su foto sale todos los días en los diarios. Las chicas, inútilmente, lo persiguen con pretensiones amorosas. Muchos libros se escriben sobre esta visita? Verónica Oddó sostiene que gran parte de eso se debe al encanto de Lorca, a su personalidad avasallante, andaluza, encantadora y, por su puesto, al hecho de ser un poeta de raigambre popular que genera, en cualquier persona de habla hispana, la sensación de estar en casa, de una cosa propia. Además, siendo su teatro uno de los pocos ejemplos de tragedia contemporánea, su asesinato lo transforma en una especie de bandera, de mito. Gené es uno de los que afirma que su muerte (la muerte del Poeta, del inocente, del Abel de la historia) inaugura los desastres de la II Guerra.
Esta visión es uno de los puntos de partida de Bodas de sangre. Un cuento para cuatro actores que esta pareja de teatreros lleva adelante junto a Camilo Parodi y Violeta Zorrilla. Sin embargo, el origen de la obra fue un devenir de ejercicios de entrenamiento de los dos “jovencitos” del elenco. Porque a pesar de la pasión de Gené por Lorca y del aire lorquiano de obras como Memorial del cordero asesinado, él sólo había hecho fragmentos, retazos de las obras del español. Poner arriba del escenario textos del Poeta en una época de descrédito de la palabra, se transformó, entonces, en un imperativo creador. Pero había un inconveniente y era la necesidad de hacer la puesta con 4 actores. Lo que en un principio pudo ser una traba, se transformó, finalmente, en una ventaja, ya que en el proceso de adaptación se coló, casi sin querer queriendo, un relato biodramático de Gené: la madre, la tía, el recuerdo de la visita del Poeta, el brutal impacto de su muerte. Pero además, también se coló un discurso metatetaral: el que se genera a partir de que Gené analiza la obra y dice en voz alta las didascalias, que en Lorca tienen una poesía muchas veces más importante que el discurso de los personajes (cosa que hace tan grata su lectura).
Vemos, una vez más, como la potencia del teatro no está tanto en el texto ni en su contenido, sino, sobre todo, en la instancia de enunciación. Libertad y renovación permanente en la relación con los textos hace, en este caso, que la pasión del elenco por la poesía llegue casi naturalmente a la platea. Así como ellos fueron encontrando un espectáculo con el que no esperaban encontrarse, nosotros nos vamos con mucho más que Bodas de sangre.
Una mención aparte merece la puesta en escena musical que incorpora –gracias, principalmente, al trabajo de Parodi- la presencia de lo latinoamericano. Así, la relación con el arraigo de la obra en la tierra aparece evidente, familiar y conmovedora.

 

El otro espectáculo que retoma a Lorca, también con un proceso de adaptación muy particular, es Federico tuvo un sueño. Inspirada en un cuento de Antonio Tabucchi (de su libro Sueños de sueños) y en textos del español, María Marta Guitart crea una obra minimalista, muy cercana a la poética de la narración oral.

El punto de partida y el interés aquí es bien diferente. María Marta fue, durante casi 10 años, ese personaje extraño, vestido de negro con guantes, sombrero y abanico, que una podía encontrarse en el colectivo recitando. Sin intermediaros, del actor al espectador, no se subía para vender libros, sino para acercar la palabra oral del Poeta. Los versos sonando y resonando arriba del 24, en el trayecto por calle Corrientes, en el 60, ramal Tigre, en el 10 hasta Recoleta? Toda una experiencia.

Diez años con Lorca en la boca no se olvidan fácilmente.

Por eso en el íntimo espacio del Tadron y solamente con una silla y una mesa, María Marta nos lleva de la mano por los caminos de Federico.

Pasando por relatos de la vida de Lorca, siendo Lorca, o bien Lorca leyendo sus obras, recorremos el tremendo Llanto por Ignacio Sánchez Mejía bajo una contundente luz roja. Pasamos luego por aquella historia de una mujer a la que el amor traiciona, nuestra querida Rosita la soltera con el maravilloso diálogo de las Manolas en la Alhambra, que termina en un recuerdo amargo de la protagonista. Dejando atrás sus desventuras, se hace carne ante nosotros la tragedia devastadora de Yerma, y aquella mantilla que vimos hasta ahora, se transforma mágicamente en un bebé que debemos acunar, un bebé que se deshace en los brazos de esta mujer seca. Una hermosa nana, letra de Federico y música de María Marta, se arrancan de una garganta dolorosa que no tiene consuelo. Y finalmente Lorca y sus verdugos, la humillación, el recuerdo del Grito hacia Roma (desde la Torre del Chrysler Building) de su hermoso libro Poeta en Nueva York, cierran, con una luz azul, una muerte que grita vida y que, violentamente, nos viste de luto haciendo bajar el telón.

Una propuesta que alterna el relato, la declamación, las voces de los personajes lorquianos y que, siendo breve, es dos veces buena.

 

Lorca en Buenos Aires, recuerdos, puestas, propuestas y adaptaciones. Una historia que, esperemos, no se termine nunca.

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