El jueves 30 de septiembre a las 19.30 en San Mauricio, Partido de Rivadavia, noroeste de la Provincia de Buenos Aires, el Grupo de Teatro Comunitario de Rivadavia, formado por vecinos de Sansinena, González Moreno, América, Fortín Olavaria, Roosevelt y San Mauricio, presenta La historia se entreteje desde abajo y se cambia desde la comunidad. Tal el nombre del desmesurado espectáculo que cuenta con casi 200 vecinos actores y que se presenta en San Mauricio, la mas pequeña y olvidada de esas localidades, con motivo del festejo del centenario de ese partido. Una historia conmovedora es la de este emprendimiento de teatro comunitario. La directora general del proyecto, María Emilia de la Iglesia, que cuenta con un gran equipo de trabajo con el cual armó esta impresionante propuesta, relata en esta entrevista cómo se gestó esta quijotada, en qué consiste, y cuáles son los sueños de estos vecinos que han se han sumergido en el teatro, lo comparten y lo viven con intensidad para contar su historia.
Teatro comunitario hasta la médula.

- Emilia: ¿cómo nació este grupo de grupos, de varios pueblos? 

-Esta idea de unir pueblos a partir del teatro nació hace cinco años, cuando se empezaron a formar dos grupos teatrales en Sansinena y en González Moreno.
Esta primera experiencia fue de teatro vocacional e hicimos obras clásicas como De pie como un árbol, una adaptación de la obra de Alejandro Casona, Juvenecia, versión libre de la obra de Jorge Accame, y otras. Sin embargo, siempre la organización y el modo de relacionarnos tenía más que ver con lo comunitario. Y los pueblos nos visitábamos con las obras, compartíamos charlas y encuentros.
Hace dos años las puestas tenían como premisa incorporar, en algún momento, la presencia del otro grupo. Fue así como Por los caminos de mi pueblo, la primera obra de teatro comunitario que hicimos en Sansinena en sus 100 años, contó con la actuación de vecinos de González Moreno Y luego La unión de Violeta y Jacinto, del Grupo de Teatro Comunitario de González Moreno, tuvo la participación de los vecinos de Sansinena.
Esa idea nos entusiasmó mucho y siempre nos consideramos parte del mismo proceso cultural y colectivo. Siempre charlamos y debatimos el problema de falta de unidad de los pueblos del distrito, eso de mirarse el ombligo y no darse cuenta de que estamos en el mismo barco y de que nos pasan las mismas cosas, de que es posible soñarnos juntos.
Por eso, desde finales del año pasado se abrió una gran oportunidad y empezamos a trabajar para que el centenario del Distrito de Rivadavia nos encontrara más hermanados que nunca. Los grupos ya formados comenzaron a hacer la tarea de promotores en los otros pueblos. Así se sucedieron reuniones en cada lugar, presentaciones de nuestras obras y encuentros entre vecinos de América, Roosevelt, Fortín Olavarría, San Mauricio, González Moreno, Sansinena y los parajes rurales. La premisa siempre fue clara: que los vecinos contaran la historia, la historia de a pie, la historia de los de abajo.

-¿Por qué se les ocurrió hacer semejante festejo, con espectáculo incluido, en San Mauricio?

-San Mauricio fue elegido como el escenario de nuestra obra por muchísimos motivos. Es el pueblo más antiguo del Partido de Rivadavia y está equidistante de la mayoría de las otras localidades. En 1910 disputó la cabecera del Distrito con sus 2.000 habitantes y perdió. Eso le trajo como consecuencia un desgranamiento de la población cada vez más acentuado, que se profundizó en las últimas inundaciones de 2001. Hoy es un pueblo abandonado, donde sólo un puñado de familias y la escuelita resisten su desaparición.
Sin embargo, tiene una energía tan particular este lugar, que todo el que lo visita queda encantado. Me acuerdo de que cuando hicimos el primer encuentro distrital, el 28 de octubre del año pasado, muchos de los que hasta ese momento resistían la idea, una vez que llegaron dijeron: "no me caben dudas de que acá es donde tiene que hacerse la obra". En ese momento era una utopía. Había ganas, pero eran muchísimos los desafíos. ¿Cómo darle vida a un pueblo sin estructura, con casas abandonadas, prácticamente sin agua, sin mercados de ningún tipo, sin sala de primeros auxilios, con instalación eléctrica muy precaria, con una plaza donde pastan caballos y ovejas, donde todo hay que traerlo de los demás pueblos? Esto implicaba una gran organización, porque si algo fallaba, no tendríamos cómo suplir aquello que se rompiera o que nos hubiésemos olvidado.

-¿Cómo fue la dinámica de trabajo estos meses?

-Muy pero muy intensa. Primero lo fue en la formación de grupos de teatro comunitario en los diferentes pueblos, en que los vecinos nos juntáramos, nos pusiéramos de acuerdo en qué contar, en por qué contar esto y no otra cosa y en cómo contarlo.
Una vez resuelto el tema, había que organizar por pueblo equipos de escenografía, vestuario y maquillaje y equipos transversales de logística y prensa para pensar cómo llevar adelante esta locura.
Todos los grupos se juntaron una vez por semana en sus pueblos y un día extra en el que los equipos de trabajo ajustaban aquello que venía faltando. Y una vez al mes nos fuimos juntando todos en San Mauricio para ir tejiendo la puesta en escena. Los encuentros distritales siempre fueron y son un festejo en sí mismos: ahí actuamos, compartimos un almuerzo todos juntos, hacemos rondas gigantes para que todos puedan despejar dudas, sensaciones de los ensayos.
Pero esta obra no implica sólo la coordinación de la puesta en escena, sino el trabajo con otros organismos e instituciones que se han sumado. Esto quiere decir que, si bien actúan casi 200 vecinos, esta cuestión moviliza alrededor de 350 , ya que hay muchos que se ocupan del estacionamiento, la movilidad y transporte de la gente y de los carruajes, caballos, autos, seguridad, cantinas, sonido e iluminación y registro.

-¿Con qué criterio fueron eligiendo lo que se iba a contar?

-En octubre y noviembre del año pasado hicimos los primeros encuentros distritales en San Mauricio. Ahí trabajamos acerca de cómo se vivía antes, cómo se vive ahora, qué nos gustaría contar con la obra. Como por lo general salía la idea bastante hegemónica acerca de que "todo pasado fue mejor", empezamos a buscar contrapuntos con investigaciones de historiadores locales sobre los conflictos chacareros, con las mal llamadas "campañas al desierto" y algunos otros acontecimientos significativos. A partir de esos disparadores empezaron a salir las otras historias, las subterráneas, las que no se dicen. Eso trajo muchísimo debate y enriqueció el trabajo.
Cada grupo de teatro comunitario pensó 3 temas que consideraba era imposible que faltaran en la obra. Cuando se cruzaron los temas comunes, los grupos eligieron un tema propio, pero a la vez representativo de todo Rivadavia y también se decidió qué temas necesitaban del relato y la presencia de todos los asentamientos de inmigrantes, los trabajos rurales, los bailes típicos, el cierre de fábricas en el Distrito, las inundaciones, los jóvenes hoy y los problemas que queremos resolver o cambiar y la unidad de los vecinos. Esos son los temas de esta obra.

-¿Cuántos son en el equipo de trabajo?

-Hay equipos de trabajo por pueblo. Además, en el equipo que coordina todo trabajan conmigo Oscar Giménez, Doris Silva, Darío Fernández y Edith Bello.
La tarea de organización local, por pueblo, la realizan también Karla Borgna, Lucía Sokolsky, Luciana Maggioni, Patricia Arriaga, Fernando Castro, Marisel Botasso, Estela Tartara y Estela Ponce.
La logística la coordinan principalmente Miguel Membredes y Manuel Martino.
El equipo de prensa lo coordina Diego Pallero, Karla, Luciana y Lucía.

-¿Contaron con el apoyo de la Municipalidad?

-La Municipalidad de Rivadavia apoya decididamente este proyecto. Nos ha brindado gran parte de los recursos materiales y de logística para poder montar la obra. Nosotros nos presentamos en el marco de los festejos del centenario del Distrito, lo hacemos el jueves 30 de septiembre, que es el día que Rivadavia fue declarada autónoma de Trenque Lauquen y General Villegas. En pueblos distantes entre sí hasta en 60 kilómetros, con muchos caminos de tierra, la comunicación y los transportes son fundamentales. El municipio ha puesto combis para poder trasladarnos a los encuentros. Trabajamos en conjunto porque hay coincidencia en que la cultura es un derecho y en que el Estado debe procurar su cumplimiento. Las organizaciones incipientes como la nuestra muestran en el Distrito un camino diferente. Sabemos lo que no queremos: una cultura para una elite. Lo que soñamos lo vamos construyendo de a poco, cotidianamente, y con muchos actores interviniendo, porque solos no podemos.
Este proyecto también tiene apoyo del Instituto Nacional de Teatro y es parte de la Red Nacional de Teatro Comunitario.

-¿Qué expectativas tienen con respecto a ese día, concretamente? ¿Cómo se organizan para recibir a tanta gente?

-Para ese día las cosquillas en la panza ya están presentes. Es increíble pensar que podemos lograr lo que hace un año era una quijotada. Creemos que muchísima gente nos va a acompañar. En los pueblos se ha generado gran expectativa. Esperamos alrededor de 2.000 personas y nos estamos preparando para que la gente no nos desborde. La escuela de San Mauricio está armando una gran cantina, tenemos gradas para la ubicación del público, sillas para que gran parte pueda estar cómoda y hay espacio libre para que los autos puedan estacionar. Lo importante es que ese día se viva una fiesta popular, de los vecinos para los vecinos. Si logramos eso, podemos quedar satisfechos.

-¿Qué implica para todas estas personas poder contarse, contar su historia?

-Es muy fuerte. En uno de los últimos ensayos generales la mayoría terminó con lágrimas en los ojos, y aunque repiten las escenas y conocen la obra, la potencia de todos es una aplanadora, va directamente a las entrañas. Es imposible que la felicidad no nos inunde, que no se nos haga un nudo en la garganta con las cosas que no nos gustan. Porque ésta es una obra de creación colectiva. Nadie nos la vino a contar, sino que es nuestra identidad la que habla. Ésta es la historia que entre todos decidimos contar.
Además, la mayoría no sólo es la primera vez que actúa frente al público, sino que además es la primera vez que, a partir de esto, ve una obra de teatro. Así que se trata de un semillero de la cultura, pero una cultura de todos.

-¿Qué implica para vos, cómo directora, semejante  desafío?

-Acá estamos en la ola. Creo que analizaré mejor lo que esto implica luego del estreno. Es un gran desafío no sólo personal. Me parece que cuando uno apuesta a construcciones colectivas hay muchos egos que deben dejarse de lado para que aquellos que nunca tuvieron voz la puedan tener. Eso es tan liberador para la comunidad, que cambiamos todos. Creo que es un modo de vida.

-¿Cómo ves el futuro? ¿Cada grupo seguírá por su lado?  ¿Quién va a dirigir? ¿Seguirán todos juntos?

-Creo que esto es sólo el comienzo, que el futuro es muy alentador. El hecho de que cada pueblo esté movilizado, y que de lo que se hable no sea del último chusmerío, sino de nuestra historia o de un evento cultural, es verdaderamente transformador. Cada pueblo irá construyendo sus estrategias de continuidad, pero ahora sabiendo que sí se puede soñar, que nada es imposible, que se puede hacer, y que siempre tenemos más fuerza si hacemos las cosas juntos. La unidad es una construcción lenta y difícil. Apostamos a que esto siga. Por nosotros y por una comunidad mejor.

 

 

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