Cada espacio teatral es un mundo. El del Centro Latinoamericano de Creación e investigación Teatral, CELCIT, es, además, un mundo que se refundó hace tres años en un nuevo lugar, con todo el esfuerzo (y -yo diría-, también, con todo el crecimiento) que eso implicó. Pero esta institución no nació con su sala, sino que existe en la Argentina desde mucho tiempo antes. En esta entrevista Juan Carlos Gené y Carlos Ianni, Presidente y Director respectivamente, cuentan pasado, presente y futuro del CELCIT, una institución que desde 1979 tiene su filial en este país (aunque su fundación internacional data de 1975) y que ha creado una admirable red que incluye a muchísimos teatros y teatristas argentinos y latinoamericanos.
La entrevista la hacemos en la sala misma, ésa que habitan desde hace pocos años. Cuando termina la charla, Ianni muestra a quien escribe estas líneas la trastienda de lo que ve el público: los camarines, las distintas salidas que permiten acceder a ellos sin pasar por el medio de la escena, los pasillos y más. Muestra todo eso que hoy es una realidad. Lógicamente orgullosos de los logros obtenidos gracias a un trabajo sostenido en el tiempo y a objetivos claros que fueron cumpliendo, así hablan Gené y Ianni.

- Por alguna razón estamos sentados hoy acá. Cuéntenme, entonces: ¿cuándo nació el CELCIT, de quién fue la idea de su nacimiento y con qué motivo?

Juan Carlos Gené: -El CELCIT, como institución internacional, nació en Caracas en 1975, a raíz de una propuesta surgida de un encuentro de dirigentes culturales de Latinoamérica organizado por la UNESCO. La recomendación de ese encuentro fue la de crear una institución que sirviera como lazo de contacto y comunicación de los teatros latinoamericanos entre sí, porque todos ellos tenían más contacto con el hemisferio norte, es decir, con Europa y Estados Unidos, que entre sí.
Como ese encuentro fue en Caracas, el Ateneo de Caracas de aquel entonces tomó a su cargo la creación del Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (así lo llamó), que durante algunos años estuvo inserto en el organigrama del Ateneo de Caracas, justamente con la misión de realizar este trabajo.

- ¿Qué era el Ateneo de Caracas? ¿Cuál era su tarea?

-El Ateneo es (sigue siendo) una hazaña cultural de ese país, que nació durante la dictadura de Juan Vicente Gómez (que murió en el '36), como un iniciativa absolutamente privada, como un sitio de intercambio cultural venezolano en plena dictadura, una dictadura de las más proverbiales del continente. Ee una institución que, pasado mucho tiempo -el Ateneo resistió todo eso- empezó a asentarse, y que, finalmente, cuando llegó la democracia, comenzó a tener apoyo del Estado, particularmente a partir de 1958, justo después de la caída del otro dictador, Marcos Pérez Jiménez, y que se constituyó, a partir de entonces, en algo así como en un ministerio de cultura paralelo, porque prácticamente todo lo que ha sido manifestación artística en Venezuela, desde esos años hasta ahora, de un modo otro, siempre ha pasado por el Ateneo de Caracas. Es decir: es una institución sin la cual no se puede concebir las manifestaciones artísticas de Venezuela. Así como el CELCIT nació en El Ateneo de Caracas, también allí nació el grupo venezolano Rajatabla, que constituyó una imagen del teatro latinoamericano. También una buena parte de los grandes pintores, escultores y literatos uruguayos pasaron por El Ateneo. Es más: en un momento determinado, bajo el gobierno de Rafael Caldera, el Estado construyó un edificio especial para El Ateneo y le dio un comodato por una cantidad de años. El edificio tenía varias salas teatrales, en las que, durante mi exilio en Venezuela, dirigí y actué. También el Grupo Actoral 80, que fundamos dentro del CELCIT, trabajó allí muchas veces. Esta situación llegó hasta hace muy poco, cuando, por cuestiones políticas, el Estado retiró al Ateneo el edificio que tenía en comodato. De modo que hoy éste ha vuelto, curiosamente, al impulso de sus orígenes, a tener que realimentarse de sí mismo y empezar de nuevo. Ahí ya me detengo porque yo no estoy allí y más no sé. Pero ésta es, más o menos, la historia. Y ésta es la razón más o menos lógica por la cual el CELCIT nació dentro de El Ateneo, si bien después de algunos años ambas partes consideraron que era mejor independizarse. Pero como Venezuela tenía la muy buena costumbre de sostener económicamente toda la actividad cultural privada, además de la actividad oficial, tanto el CELCIT como El Ateneo tuvieron apoyo del Estado. Y dentro del CELCIT nosotros creamos el Grupo Actoral 80, que ahí sigue todavía, desde hace muchos años sin nosotros (sin mi mujer y yo, que éramos parte del equipo fundador). Cuando llegué a Venezuela en el ‘77, el CELCIT ya estaba fundado. Siempre cuento que ése fue el primer lugar que me ofrecieron para trabajar pedagógicamente, como actor y como director. El CELCIT estaba dirigido desde su fundación por un español radicado, primero, en Miami y luego en Puerto Rico, donde ya había creado la Federación de Festivales de América Latina, que se llama Luis Molina López. Un español que, en aquel entonces, empezó a movilizar la idea de crear filiales, en lo posible, en la mayor cantidad de países en Latinoamérica (uno de ellos, por supuesto, la Argentina).

-¿En que año fue eso?

Carlos Ianni: -El CELCIT empezó a funcionar aquí en 1979.

J.C.G.: -A partir de ahí, el cuento lo puede contar mejor él -se refiere a Ianni- porque yo estaba allá. Lo que recuerdo es que quien quedó a cargo fue Francisco Javier como Presidente y Carlos Ianni como director.

-¿Cómo fue que fundaron la filial en Argentina?

J.C.G.: -Allá decidimos que tenía que ser Javier. Lo llamamos por teléfono y le enviamos unas cartas. Creo que como ya existía el Festival Internacional de Caracas, organizado por Rajatabla, dentro del Ateneo de Caracas, Javier estuvo allá y nosotros hablamos con él. Se entusiasmó con la idea y cuando regresó convocó a Carlos. Ahora que cuente él.

-¿Y qué pasó?

C.I.: -Teníamos que crear, de la nada, una institución. En ese sentido fuimos muy cautelosos, tratando de responder, en principio, a esta idea de interconexión entre las personas vinculadas al teatro.

-Además eran años muy complicados en nuestro país.

C.I.: -Sí. De hecho, el primer evento institucional importante fue recién en 1984, que fue un encuentro regional de investigadores de la historia del teatro latinoamericano. Y después, a grandes rasgos, nos trazamos una política de cómo podíamos hacer crecer una institución partiendo de la nada. Además, en aquel momento, salvo el caso del Fondo Nacional de las Artes, no existían instituciones de apoyo. Entonces decidimos que la estrategia de crecimiento iba a ser la de acompañar a otros que quisieran crecer con nosotros. Y nos ligamos a una cantidad de grupos, en ese momento totalmente desconocidos, que trabajaban en condiciones sumamente marginales: Gambas al Ajillo, La Organización Negra, El Club del Clown, Los Macocos, La Banda de la Risa, a las experiencias de Javier Margulis, a las de Mónica Viñao, etc., aportando nosotros desde la promoción y la difusión de sus espectáculos aquí, en Buenos Aires, y en su proyección hacia el exterior. Elegimos, como una manera de sacarlos más a la luz de esa marginación no deseada, crear un festival, para demostrarles, entre otras cosas, que si trabajaban en horarios convencionales para el público, en salas convencionales, podían tener público y prensa. En fin. Todo salió muy bien. Se hicieron 7 ediciones del festival, las dos últimas internacionales.

-¿Cuánto tuvieron el primer espacio, el de la calle Bolívar?

C.I.: -A eso iba. Ésa estrategia que te contaba duró casi hasta los '90. Éramos, además, una institución errante, cobijada, alternativamente, por los distintos espacios que a veces cerraban, situación que nos obligaba a buscar otros. Hasta que en 1991 se dio la oportunidad de acceder al local de la calle Bolívar. Eso coincidió con otro hecho muy importante, que fue que Juan -Gené- ya estaba planificando su regreso a la Argentina (durante todos esos años había seguido viviendo en Venezuela), lo que le daba un sentido al hecho de contar con un espacio, en el cual él pudiera volcar toda su actividad pedagógica. Además, estar en determinado espacio físico iba a ser un punto de referencia concreto. A partir de ahí comenzó otra etapa totalmente distinta a la anterior, en la que producíamos nuestros espectáculos, ofrecíamos talleres con maestros argentinos y extranjeros, comenzamos a editar nuestra revista, todavía en papel. Creo que la otra gran etapa comienza en 2000, con el aprovechamiento de los recursos que ofrece Internet: el foro, la biblioteca de autores iberoamericanos contemporáneos que tiene 350 títulos, toda una serie de servicios que podemos ofrecer en forma gratuita a cualquier persona conectada a Internet. Esto permitió proyectar definitivamente nuestra imagen fuera de la Argentina y, a su vez, cumplir este gran objetivo, que era ser un punto de interconexión y de relación entre la gente.

-¿Cómo podría mirarse estos años en perspectiva, tomando en cuenta los objetivos iniciales y la realidad hoy, incluso con un nuevo espacio?

J.C.: -Siempre hablando de mi experiencia, que comienza a partir 1993 cuando regresé definitivamente, creo que desde entonces hasta ahora, el trabajo sobre el que, elegantemente, uno puede decir "se ha hecho", pero sobre el cual hay que decir "que él hizo" - cuando dice "él" se refiere a Ianni- le ha dado una presencia al CELCIT en Buenos Aires y en el país, que si me hubieran preguntado a mí hace 15 años no me la hubiera imaginado.
En primer lugar, la combinación del CELCIT Argentina con lo que actualmente es la casa madre, que ya no está en Venezuela sino en Almagro, España. Luego están la proyección que el CELCIT ha logrado dar, al ser organizador internacional de gran cantidad de eventos especiales, la iniciativa de los festivales que existen porque el CELCIT se ocupó de que se lograra que existieran, en la Argentina, la comunicación que el interior tiene con los teatristas de la Capital y viceversa. Todo eso es un trabajo realmente muy grande, sin contar con que este espacio, así como el anterior, han sido receptores de los grupos que venían tanto del interior como del exterior, y particularmente de España y de América Latina. De modo que, cuando lo veo en perspectiva me sorprende.

C.I.: -Para responderlo sencillamente: ¿qué hacemos hoy? Producimos y coproducimos espectáculos. Traemos a Buenos Aires compañías de América Latina, España y, ocasionalmente, de las provincias, proyectamos los espectáculos de Argentina fuera de la Argentina, realizamos talleres de formación desde los niveles iniciales hasta entrenamiento de profesionales en actuación y dirección y realizamos talleres internacionales con la presencia de maestros extranjeros. Desde el año pasado comenzamos a ofrecer talleres en la modalidad a distancia, para satisfacer pedidos que teníamos permanentemente de capacitación, editamos dos colecciones, una de obras de teatro y otra de libros de teatro y seguimos pensando en de qué otras maneras podemos satisfacer estos objetivos que nos hemos planteado desde el comienzo.

-¿En qué cambio al CELCIT el hecho de tener un espacio físico?

J.C.G.: -¿Aparte de los problemas?

C.I.: -Básicamente, en poder proyectar a mediano y largo plazo.

- ¿Quién programa los espectáculos, cómo se programa y con qué criterio?

C.I.: -Es un rompecabezas muy complicado de armar. En primer lugar, porque trabajamos con una modalidad poco difundida en el medio, que es programar con un año de anticipación. Aspiramos a la excelencia y estamos permanentemente detectando qué compañías podríamos traer y cuándo, si conseguimos los apoyos necesarios o no. Tenemos nuestras propias producciones, y hay producciones de otros creadores que nos interesa que se presenten aquí. En fin: un rompecabezas complicado.

¿Lo armás vos o hay un equipo?

C.I.: -No lo armo yo solo, pero digamos que es mi responsabilidad.

-¿Y como subsiste la sala?

C.I.: -Recibe el apoyo del Instituto Nacional del Teatro, INT, y de Proteatro. Para poner ese apoyo en su justa dimensión, te diré que satisface 2 meses de nuestro funcionamiento. O sea que debemos generar los recursos para el funcionamiento de los restantes 10.Puro trabajo de gestión.

-Me gustaría que contaran cómo se dio ese hecho tan conmovedor de apoyo de todo el medio teatral, cuando tuvieron que irse del primer espacio en el que estaban hasta que consiguieron éste.

J.C.G.: -Fue una experiencia muy interesante, porque, de pronto, todo el medio teatral asumió la responsabilidad de que el CELCIT tuviera un nuevo lugar. Hubo solidaridad por parte de la gente, de nuestro público, de amigos cercanos y colegas, hubo unanimidad de las instituciones estatales de apoyo a la actividad artística (INT, Fondo Nacional de las Artes, Proteatro) y finalmente hubo apoyo de la Presidencia de la República. Recuerdo lo que dije el día que inauguramos esta sala: "a veces este país se comporta como un país", en el que desde abajo para arriba, todo el mundo, de pronto, siente que tiene una responsabilidad para asumir".De pronto todo se dio para que, dada la larga búsqueda que hicimos de lugares posibles, éste lugar fuera ofrecido por la fundación que tiene su sede aquí, lo cual dio lugar a que a partir de ahí comenzaran las conversaciones entre Ianni y esta fundación y se llegara a un acuerdo de alquiler. Pero tuvimos que hace de esto un teatro, porque no lo era.

-¿Qué era?

C.I.: -Era un depósito. Aquí originalmente funcionó una empresa cerealera, hace casi 80 años, y ésta era la imprenta, que estaba en desuso. Era un depósito de trastos inservibles.

J.C.G.: -Cuando nosotros lo tomamos esto era un sótano en el cual la institución hacía, de cuando en cuando, algo, pero no era lo que se ve ahora. Ninguna de las paredes que ves existía. Fue necesario mucho dinero, un esfuerzo muy grande, porque éste era un sitio muy distinto de lo que es ahora, que se usaba muy espaciadamente, tan espaciadamente que yo ni sabía que existía, y eso que hace unos cuantos años que estoy en esta ciudad y me dedico a esta profesión.

-Y además está cerca del espacio anterior...

J.C.G.: -Tuvimos suerte porque en realidad no queríamos irnos de la zona, porque además, vivimos por la zona. El nombre de la institución, incluso, está un poco asociado al barrio. Así fue.

-¿Quién o quiénes tomaron la decisión de armar este espacio de esta manera? Recuerdo el anterior y era bastante distinto. Tenía un patiecito atrás, por ejemplo. ¿Quién decidió pintar las paredes de negro, por ejemplo? ¿El espacio lo impuso o fue una decisión estética?

C.I.: -El proyecto arquitectónico de este lugar es del arquitecto Carlos Di Pasquo y él lo armó en función de lo que se podía hacer y de la cantidad de personas que podía haber en este espacio, en relación al tamaño de los accesos. En un subsuelo, el tamaño de los accesos no se podía modificar, de modo que éste, el que hay hoy, resultó el mejor aprovechamiento posible. En cuanto al color negro, Juan no estaba de acuerdo.

J.C.G.: -Siempre estuve en desacuerdo, pero ya estaba hecho - risas-.

C.I.:-¿Sabés que pasa? No pretendo justificar nada, pero el razonamiento es el siguiente: vos estás viendo un espacio bifrontal. La parilla de luces y la instalación lumínica abarcan toda la superficie de la sala, o sea que podrías armar el espacio como quisieras. Por esa razón, separar el espacio de representación del espacio de sala no nos beneficiaba. Fue complicado decidirlo en ese momento, pero ése fue el razonamiento que nos llevó definir.

-Después de todo esto, ¿cuáles son los sueños que tienen de ahora en más?

C.I.: -Para contestar eso voy a hacer una elipsis. A nosotros la noticia de que teníamos que dejar nuestra sede anterior nos tomó totalmente de sorpresa. Los dueños estaban pasando por una situación penosa. Habían sido sumamente generosos con nosotros durante 14 años y necesitaban vender la propiedad, .pero nos enteramos de eso de un día para el otro, cuando ya teníamos toda la programación armada. Frente al desconcierto, nos mirábamos y nos preguntábamos qué hacer, porque yo tenía una idea del esfuerzo que iba a demandar desarmar y armar de nuevo. Pero si a la gente de teatro le interesaba que nosotros siguiéramos, no podíamos bajar los brazos. Y fue tan abrumadora la voluntad de la gente de que siguiéramos existiendo, que no pudimos hacernos los tontos. Se hicieron funciones, incluso en los lugres más remotos. Fuimos a visitar espacios que nos había sugerido personas a las que ni siquiera conocíamos. Y eso, ahora que uno recuerda, un poco más a la distancia, hace que nos siga pesando esa responsabilidad. Creo que he contraído un compromiso con esa gente que hizo que nosotros siguiéramos haciendo lo que sabemos hacer.
Si me preguntás por sueños, como yo tiendo a materializarlos, te voy a hablar de proyectos. Proyectos para los cuales todavía falta bastante trecho por recorrer. Son, básicamente, dos: crear una red de teatristas latinoamericanos a través de Internet y el acceso a lo medios de comunicación masiva, a través de programas propios.

-De radio, de televisión...

C.I.: -Sí