La entrevista estaba pautada para las 17 hs. Llevábamos dos cassettes, como para que no falte. Nosotros éramos dos, ellos cuatro. Un buen número para una buena charla. La idea inicial de la entrevista era enfocar en el uso de recursos tecnológicos en la puesta de Monoambiente. Este foco derivaría en una reflexión general sobre las relaciones entre teatro y nuevas tecnologías en una tendencia actual cada vez más fuerte a la fusión y a la utilización de ese tipo de recursos.
La buena charla se extendió de tal modo, que resultó difícil recortar. Por eso, por lo interesante de la entrevista y de la propuesta, decidimos armar la nota en dos partes. En esta primera enfocamos en el proceso de gestación e incorporación de los elementos tecnológicos, mientras que en la segunda desarrollaremos más las especificaciones de una propuesta tan rica como compleja.

La gestación

Contrariamente a lo que parece, la propuesta inicial de Monoambiente no estuvo signada por lo digital, sino por lo espacial. “En lo formal, el trabajo surge de una convocatoria de Violeta (Naón), que quería hacer un trabajo unipersonal, y buscaba alguien que la dirija... y me encontró a mí.”, dice Lorena Vega, directora de Monoambiente. “Nos habíamos cruzado en el Recoleta, yo hacía La flauta mágica y ella Capítulo XV. Me quedó en el chip y entonces la llamé, pero por intuición. Y ella dijo que sí, también por intuición. Casi todo fue por intuición el proceso.”, acota Violeta (Teodora).
Fue realmente el espacio el disparador de la propuesta de Monoambiente. “El lugar donde trabajábamos es una reproducción del monoambiente de la obra. Es decir, el espacio fue determinante para lo que se ve. Ensayábamos en el estudio de arquitectura que nos prestaba un amigo y que es un monoambiente. Entonces, primero hubo un trabajo de mucha relación con el espacio. Entradas y salidas, relación con los objetos que había en el lugar, que eran pocos como en la puesta. Una silla, una especie de mesa-cama... el portero eléctrico... decisivo.”, nos cuenta Lorena recordando las primeras instancias de creación, tres años atrás.
El punto de partida para la historia surgió también del espacio de ensayo. “Yo trabajaba de camarera en ese momento, abajo de ese lugar, y había una abuela que venía todos los días con su nieta y a mí eso me hizo acordar mucho a mi relación con mi abuela.”, dice Violeta. En ese camino de búsqueda desde lo espacial, se fue armando la estructura de la obra como un encastre de elementos. Lorena plantea el proceso como una especie de Tetris. “Esa es como un poco la idea en todo, en cómo ella se mueve, cómo ella ubica las cosas, en cómo la acompaña la luz, cómo habla... Todo el tiempo la idea de estar encajando con líneas rectas, como la idea de ordenar... maquinal. Así es el movimiento, así es el razonamiento de ella...”, nos dice.

Imagen y sonido

La intriga nos carcomía los labios, Javier dispara “¿Y en qué momento se les aparece la cuestión visual digital?” “Lo visual fue algo que siempre estuvo presente”, dice Lorena una vez más, a lo cual Diego Setton, para no dejarla sola, agrega que la importancia de la imagen “apareció con la idea del comic... El recurso digital vino a resolver el concepto de comic y de plano visual... Había aparecido el tema del cine, también con el fuera de campo. Entonces teníamos la intención de mostrar fragmentos, primeros planos, planos medios, planos grandes... entre otras formas del comic... Y a partir de ahí fue que se le dijo a Marcolina (Di Pierro), ¿cómo se puede hacer esto? Porque con luz no se podía hacer.”
Setton se incorpora al proyecto en el momento en que en la cocina entre actriz y directora surge la idea de narrar con el sonido.
“Fue una de las primeras cosas que tuvieron que ver con la puesta”, dice Violeta. “Como, insisto, -continúa Vega- en el ámbito de ensayos trabajábamos con lo que pasaba realmente, escuchábamos sonidos de afuera, se escuchaba el portero eléctrico, se escuchaban los vecinos, se escuchaba el bar, entonces el sonido estaba presente ya en la improvisación y después se tradujo en una decisión firme y ahí pensé que estaba bueno que lo hiciera Diego porque él laburaba en cine...y la propuesta tenía mucho de cinematográfico”.
En cuanto a la incorporación de Marcolina y su arte digital, el grupo coincide en que fue una de esas “causalidades casuales” que suelen suceder en la gestación de algo interesante. Cuenta Violeta que en principio habían pensado en utilizar la iluminación convencional, teatral. “Llegamos a Marcolina después de que nos dan la audición para el Festival del Rojas y teníamos que armar cinco minutos... Una noche que ensayamos hasta re-tarde con Lore, estábamos en Palermo y fuimos a un bar. En la puerta estaba Marco, que yo la conocía, y nos dice ¿Por qué no suben que hoy es mi último día de la muestra digital? Subimos y flasheamos porque todo lo que había en exposición en esos cuadros, en esas obras digitales, eran Teodora (el personaje de Monoambiente). Eran la silueta de una chica, pero la forma, la estética, era completamente la forma de Teodora, era tal cual...”
Marcolina, que hasta ese momento se había mantenido silenciosamente al margen durante la entrevista, toma la palabra para contarnos de su formación y de la sinergia que se generó con el equipo de Monoambiente, armado una vez más por intuición y “causas y azares”...
“Yo estudié en la Pueyrredón. Si bien yo sabía más o menos algo de lo que me habían contado, lo primero que hablamos fue de la infinidad de posibilidades que hay. Eso es una ventaja y una desventaja muy grande al mismo tiempo, porque corrés el riesgo de que salga cualquier cosa. Todo lo que a ellas se les podía llegar a ocurrir, se podía hacer, virtualmente, se podía sugerir, se podía dar idea de... Todo este fuera de campo se podía dar, por una cuestión de ilusión visual...”
“Primero yo hice una maqueta -continúa- con la escala ya de 800 x 600 píxeles que daría una proyección en video, y sobre esa maqueta ya proyectábamos diapositivas que yo tenía. Diapositivas de arena, de mar, de lo que sea. Después los probamos con ella (Violeta) y ahí nos dimos cuenta de que había una información de ella muy grande, y una proyección hacia las paredes, de sombras de todo lo que estuviera en el lugar, que había que jugar sí o sí con eso. De hecho yo en mis obras trabajo con la sombra del personaje solitario, en todas mis obras hay una siluetita con focos de luces. Trabajo con el 3D Studio, que es un programa de PC que uso mucho. Es como un estudio de simulación adentro de la compu, entonces vos ponés luces y eso proyecta una sombra. Siempre estaba la siluetita y la sombra. Y eso es lo que pasa en la obra, Violeta siempre proyecta. Sobre el piso, sobre la pared, donde fuera.”
La entrada de Marcolina en el proyecto determinó muchísimo el camino visual que tomaría Monoambiente. De todos modos, no fue tan sencillo el asunto. “De hecho la primera vez que nos juntamos, yo les decía a ellas que la escenografía podía ser totalmente virtual.” Violeta recuerda entonces, “Nos juntamos con Marco a tomar un café, y me dice eso, que todo podía ser virtual... Y te juro que yo transpiraba. Me dio un susto bárbaro, yo decía “Por favor, a dónde vamos a ir a parar”. ¿Cómo todo virtual? Yo soy re-teatrera...”. Finalmente, esa posibilidad de hacer todos los objetos virtualmente se descartó ante la dificultad que presentaría para la actriz la interacción con los mismos (y también, suponemos, para evitarle mayor susto).
Continúa Marcolina, “De hecho, la primera imagen que yo tenía del monoambiente era una caja al fondo, lejos, lo más lejos del público posible. Pero congeniar eso con la historia es imposible, porque lo mío es plástico, pero la cara de ella no se iba a ver ni por putas, tenían que estar con prismáticos, tratando de verle las expresiones. O sea, cuanto más lejos, más sensación de bidimensión te da, y eso te daba mejor la posibilidad de narrar cuadro a cuadro, como historieta. Si estás muy metido dentro del ambiente, aunque la luz de la proyección de frente te aplana todo, más o menos sí se conseguía. En fin, es teatro y plástica al mismo tiempo...”
La vinculación de Diego y Marcolina con el teatro es disímil. Diego era actor y luego se dedicó al cine, como sonidista, para volver al teatro con esta propuesta, donde además de ser el encargado del diseño sonoro, comparte la dramaturgia con Lorena Vega y Violeta Naón. Por su parte, Marcolina tiene familia en el ambiente del teatro, y confiesa que el teatro siempre le gustó y que había ayudado a su papá en algunas realizaciones escenográficas, pero su primer trabajo en teatro, como proyecto propio, es Monoambiente.

Armando sistema

De cualquier modo, la incorporación de Diego Setton en el diseño del sonido y de Marcolina en la escenografía nunca resultó un “agregado” al proyecto. Desde la gestación trabajaron en conjunto las ideas, a diferencia de otros trabajos donde suele suceder un desfase en el proceso, primero se trabaja con los actores, luego se ponen luces para iluminarlos... A la hora de utilizar cada uno de los recursos todos coincidían y estaban atentos a usarlos “para que cuenten, sin engolosinarse con las infinitas posibilidades que te da la tecnología, si estaban ahí era porque funcionaban en la obra, de lo contrario no tenía ningún sentido”, dice Marcolina haciéndose cargo de la opinión general.
Y esa constante búsqueda de poner la tecnología al servicio de lo que se cuenta, de la obra, se nota también en la percepción de quienes la reciben. “Mucha gente dice Che, pero cómo, es un unipersonal y hay tanta gente en la ficha técnica?. En realidad, en el vivo hay una sola persona actuando, pero hay un equipo de gente haciendo la función. Esto pasa siempre en teatro, pero especialmente acá.”, cuenta Vega nuevamente, y dice tener la sensación de “Director de orquesta, porque estoy ahí y le doy pies al de la luz, al del sonido y al de la PC”. En el mismo tono, Setton agrega que, si bien en este momento él no opera el sonido, cuando lo hacía “era como tocar, metía cosas...”. Finalmente, Violeta (y Teodora) no están solas, según afirma la misma actriz con respecto a la obra que “... es una orquesta, no soy yo sola...”.
Usando un lenguaje y recursos de la “posmodernidad”, Monoambiente se presenta sin embargo, con algunas características “modernas”, en tanto estructura que cierra con una lógica interna, y como una unidad. Ante esta reflexión nuestra, y ante la pregunta de si era éste un objetivo planteado de antemano, las respuestas del equipo fueron contundentes.
“Siempre pienso en la lógica de los trabajos -arranca Vega con mucha convicción-, y en ese sentido, cuando apareció fuertemente el rasgo de lo fragmentado en el movimiento, en el desplazamiento y después en el texto, no me cabía duda de que había que ir por ese lado, que tenía que tener una lógica interna. En este caso, había que hacer sistema con todos los elementos de la puesta, porque como les decía antes, trabajamos todos desde el inicio, y teníamos que hablar todos el mismo lenguaje, y cada uno dentro de eso buscar como su personalidad. Por ser distintos elementos ya la tienen, distintas texturas, la luz, el sonido, la voz de ella; pero no me cabía duda que había que hacer sistema. Porque para mí siempre lo que estuvo por delante era lo que se estaba contando, que en definitiva es una anécdota sencilla. Es una persona encerrada, que ve un niño enfrente, que se identifica con el sufrimiento de ese niño, porque evidentemente también a ella le pasó, y trata torpemente de tirarle una mano, de comunicarse, con un recurso absurdo, muy del mundo interno, de alguien que está encerrado, entonces en su intimidad hace cualquier estupidez, y eso se multiplica, es lo que se va repitiendo. Eso nunca lo perdí de vista, por eso me parece que todos los elementos están justificados, porque están en relación a lo que pasa, no son “en sí”. Lo que pasa es que es tan contundente lo de la proyección (digital), que por eso hablamos dos horas y tiene una presencia, porque genera ruptura, porque no está utilizado, pero nunca se perdió el relato, y ahí está el tema.”.
Finalmente, resume Marcolina, la obra se trata de “un personaje solitario dentro de esta parcelación urbana, el devenir del mundo tecnológico... La soledad, la alienación...”, y todo estaba puesto, o había que ponerlo, en función de contar eso, desde el sonido, que no es “ni realista ni demasiado maquinoso”, como define Setton, desde el arte digital, desde la dramaturgia de la luz, desde los textos, desde... Armar sistema, bah! Que aunque parezca sencillo, no abunda en las puestas a las que nos tiene acostumbrados la posmodernidad. Y en ese camino de ir encontrando el camino dibujaron muchísimos storyboard, probaron y desprobaron sonidos, anduvieron y desandaron personajes para llegar a ese equilibrio donde hay un coprotagonismo de cada una de las herramientas.
Está bueno saber que, por más tecnológico que se presente el espectáculo, su proceso de gestación y ensayos no difirieron en dificultades de los que cualquier hijo de vecino debe transitar si quiere hallar algo. Abundaron los ensayos con linternas, con PC y lápiz para indicar movimientos de la luz en la computadora para hacer el diseño del arte digital. De hecho, y vale la pena aclararlo, los ensayos fueron fragmentados; el momento de juntar todo fueron las funciones, cada ciclo, como dicen ellos. Si bien la animación en Flash (programa de computación en el que están realizadas las secuencias) está grabada previamente, no deja de haber interactividad con la actriz.
La clave de Monoambiente, y de la utilización de los recursos tecnológicos está en el modo en que se suman las partes. En el proceso, dice Violeta, “todo el tiempo nos cuestionábamos, cada uno en su lugar ponía en tela de juicio en el mejor sentido, que esto cerrase, que hiciera sistema.”
“Sumatoria. Que más es más. Sumar. Añadir. Agregar. Anexar.”, dice Teodora en un momento de la obra. Evidentemente, el todo, como se dice y coincidimos, es mucho más que la suma de las partes.
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