Nuestra periodista e investigadora Mónica Berman  fue a estudiar sobre iluminación. Para dar rienda a su objetivo fue en busca de la arquitecta,  docente y diseñadora lumínica Eli Sirlin. Aquí, el testimonio de lo que aprendió.

“La luz posee una elasticidad casi milagrosa. Contiene todos los grados de claridad, todas las posibilidades de color –como la paleta del pintor-, todas las movilidades; puede crear sombras, difundir en el espacio la armonía de sus vibraciones (...)”, Adolphe Appia, citado por Eli Sirlin en su libro La luz en el teatro.

Ésta es una nota para legos, no para expertos, no para los iniciados en el universo de la iluminación teatral.Para aquellos que, como yo, alguna vez supusieron que éste universo debía ser interesante, sin calcular, sin imaginarse siquiera, todas las cuestiones que entraban en juego. 
Un día, de casualidad, me enteré de que había un curso de iluminación intensivo dictado por Eli Sirlin. Me anoté y fui. Ella desplegó allí todas sus habilidades docentes, su material, su experiencia y sus ganas de comunicar este mundo, para mí (no para otros participantes) bastante misterioso.
Eli Sirlin es una arquitecta que se dedica a este arte tan particular: el diseño de iluminación. Docente, además, le inquieta formar gente que se interese en lo mismo que ella.
En este ámbito supe que el diseño de iluminación consiste en el uso creativo de la luz, cuyo objetivo es reforzar el entendimiento y la apreciación de una producción visual.
Para entender la complejidad del fenómeno, alcanza con reflexionar sobre los aspectos que se ponen en juego. Por un lado los conocimientos técnico-perceptivos y por el otro, lo que se refiere al proceso creativo.
Si el diseñador de luces debe poder visualizar su idea de puesta (imaginarla, tenerla en mente), es necesario, además, que pueda comunicarla (verbalizarla, expresarla a través de una imagen, documentarla) para que ésta pueda ejecutarse. La cuestión de la comunicación es central, advierte Sirlin, porque está dirigida a destinatarios absolutamente diversos: los que tienen que ver con la creatividad del espectáculo, los que pertenecen al universo del personal técnico y los hipotéticos responsables de una puesta futura, de una reposición. De más está decir que existen diferencias notables entre estos destinatarios posibles. Una misma idea sobre el diseño de iluminación debe ser traducida, por decirlo de algún modo, en lenguajes diversos.
El trabajo concreto suele ser de lo más variado. A veces se arman grupos que en los ensayos generan sus propias ideas, que construyen lo visual a partir de un trabajo colectivo, que encuentran pautas en común; otras veces el director tiene en claro lo que desea en relación con las luces y la tarea consiste en ponerse al servicio de esa idea; es posible, también, que no haya pautas previas en relación con lo lumínico y el desafío, entonces, estará en encontrar un diseño en relación con lo dramático.
En cuanto al escenógrafo, sostiene Eli Sirlin, existe una dependencia mutua (pueden arruinarse o resaltarse los trabajos de ambos).
Decía al comienzo que ésta no es una nota para los que ya saben, sino para los que van a sorprenderse conmigo a medida que avanza la lectura, para los que descubren, como yo lo hago, que la luz es responsable de la visibilidad selectiva, que recorta lo que se debe y lo que no se debe ver; que revela la forma, que es la luz la que moldea objetos y personas para dar cuenta de su carácter tridimensional, que mediante la luz se compone el espacio para generar un efecto pictórico del ambiente, que por medio de ella se influye en nuestros estados de ánimo y en nuestras emociones y que, finalmente, la luz aporta información, da cuenta de los datos necesarios para comprender el hecho dramático.
Detrás de lo lumínico, insiste Sirlin, siempre hay pensamiento y biblioteca visual, un imaginario que permite pensar desde la luz.
También insiste sobre otra cuestión: la necesidad de trabajar sobre la sensibilización. En el ámbito del diseño de luces, tan dependiente de la cuestión técnica, no hay que  olvidarse de lo que se produce con la imaginación. En primer lugar es necesario tener el concepto, luego se ve de qué modo se lo lleva a la práctica. Porque no es la luz lo que se lee, sino el objeto que se quiere mostrar, en función de algún relato, hecho dramático o acción...
 Sirlin observa, por último, la estrecha relación que deben (deberían) tener el diseñador de iluminación y el director, puesto que ambos son los que deciden (en su campo y en conjunto) qué y de qué manera se va a mostrar lo que se muestra. Un vínculo, seguramente, en el que se tendría que insistir para lograr espectáculos más armónicos.
Y como esto no se termina acá, para el que quiera seguir leyendo, investigando, aprendiendo, está el libro de Eli Sirlin, que ha sido reseñado en esta misma página web, La luz en el teatro.