Miércoles, 14 de Enero de 2015
Lunes, 16 de Agosto de 2004

Clericó en casa Núñez

Desde hace unos cuantos años se ha dado en Buenos Aires un fenómeno cada vez más prolífero: los teatreros van a buscar teatralidad a lugares que no han sido pensados para ello. Es así como encontramos obras en base a recetas de cocina, de cuentos, de canciones, de poemas, etc. Clericó en casa Núñez es uno de estos casos, ya que fue generada a partir de cuentos de Juan José Hernández de los cuales se rescatan algunos personajes y, como dice el autor, “la atmósfera opresiva y a la vez sensual de mi provincia natal, Tucumán”. Sumado a estos estímulos está la obra Moscas en la sangre de Pablo Iglesias, en base a la cual está adaptada la dramaturgia escénica. Tres mujeres en escena (Gisela Toledo, María Zubiri y Natalia García Barros) van desarrollando una historia de pasión y crimen con sus cuerpos y sus narraciones. Relaciones confusas que transcurren en un clima sumamente violento, sin posibilidad de escapatoria. La estructura del drama, quebrada desde el comienzo se recompone sobre el final, pero sólo para volver a empezar cíclicamente, en un eterno retorno. Uno de los mayores hallazgos de la obra es el tratamiento espacial. Puerta Roja, el teatro donde se realiza la puesta, tiene la estructura típica de los galpones devenidos salas: una gran puerta de chapa nos recibe, para entrar a un gran patio con mesas y sillas donde esperar. La sala está al fondo, y para acceder a ella hay que pasar otro portón más. Es un gran espacio vacío, lleno de posibilidades que la obra aprovecha. Luces tenues y una disposición en diagonal son nuestra bienvenida al mundo asfixiante de Mercedes, Magdalena y Juana. Sobre un costado vemos una serie de objetos extraños que poco a poco irán cobrando significado; en el centro una gran mesa y dos sillas; y sobre las paredes del fondo plásticos y dibujos de moldes de ropa. Un guitarrista (Ezequiel Gentile) que se encuentra en escena nos va guiando en la representación. Pone música a fragmentos de cuentos, y contribuye a crear climas. Lamentablemente, en parte por la acústica del lugar, no se logra entender el texto que canta, lo que probablemente sea una de las dificultades de comprensión que se genera en la obra. Algo parecido sucede con Mercedes (Gisela Toledo) y Magdalena (María Zubiri), que si bien tienen un manejo corporal muy poético, tampoco se les entiende lo que dicen, sobre todo en los soliloquios. Ganan con la potencia de las imágenes, mérito en parte al gran trabajo de Eduardo Spindola (espacio, objetos y vestuario). El diseño de espacio, los objetos, el vestuario, todo está al servicio de la obra, como el juego de los zapatos masculinos que simbolizan la relación con los hombres, o el uso de la soga para colgar la ropa puesta en diagonal, en la que descansan la ropa de Esteban y su victimaria. Aunque no está muy explotado, también resulta muy interesante el juego con la profundidad de campo al abrirse abruptamente la puerta que da al patio donde un rato antes habíamos estado esperando. No sólo por la multiplicación de espacios, sino también por el gran contraste lumínico que crea un cuadro plástico bellísimo. Clericó ... logra introducirnos en una casa sombría y violenta, en un ambiente claustrofóbico, donde la historia se arma a partir de fragmentos sueltos y que, bajo la dirección de Marina García Barros, vuelve a empezar una y otra vez.
Publicado en: Críticas

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