Miércoles, 31 de Diciembre de 2014
Viernes, 04 de Junio de 2004

Los huecos de la imaginación

Por María Natacha Koss | Espectáculo Hueco
Se dice que el siglo XXI representa el fin de las grandes historias, e incluso algunos postulan –ya desde el siglo pasado– el fin de las historias. Lo cierto es que cada vez se hace más difícil encontrar sorpresas en los argumentos porque resulta más difícil sorprender al espectador. Y los teatreros se enfrentan a ese problema de muy diversas maneras: algunos luchan contra eso mezclando recursos de otras artes; otros, usan historias banales como procedimientos para contar algo más allá del argumento; otros dejan la construcción de la trama en manos del público. Ningún camino garantiza un buen resultado y todos implican el mismo nivel de exigencia en la búsqueda de poéticas propias.

María José Álvarez y Agustina Sario, en Hueco, optaron por vaciar completamente de contenido a la danza, aportando una estética abstracta que movilice a cada espectador en un sentido personal y único. Con una gran riqueza de lenguaje, la obra está montada sobre la base de un despojamiento al estilo de Cunningham, que deja la mirada neutral e impide el contacto emotivo entre las bailarinas. Sólo a nivel kinético opera la percepción, pero de diferentes maneras en los distintos cuadros: desde secuencias simultáneas, sucesivas (casi como un sinfín, como una cinta de Moebius), opuestas, o coordinadas en tanto trabaja la una en el espacio que le cede la otra. Esta última es, tal vez, la más rica; tanto por la dificultad de coordinación como por la velocidad, ya que van generando huecos con el cuerpo por donde van transitando en un ritmo vertiginoso. A la gran amplitud de lenguaje se le suma la variedad de dinámicas, lo que hace que cada cuadro sea único y que a la vez, internamente, cada uno de ellos posea diversidad.

Este trabajo, con el elemento básico de la danza. el movimiento, está de acuerdo con el trabajo plástico de la escenografía y la iluminación, ya que, a la manera de la Bauhaus, también se utilizan los elementos básicos de la pintura: la línea y el color. El piso y las paredes blancas recuerdan a un lienzo virgen sobre el que se van pintando distintas imágenes, todas ellas fugaces. Cada uno de los 5 cuadros usa un recurso particular: el primero con una luz blanca, cruda, que hacia el segundo; y el tercero se va tornando pastel y bajando la potencia. El cuarto incluye una iluminación fragmentaria (cuadrados y rectángulos de luz) tanto proveniente del frente como de la falsa pared de atrás generando una rara sensación de sombras chinescas, hasta terminar en el quinto, con flashes que deshacen aún más el movimiento y lo transforman en imágenes que se suceden sin tránsito intermedio.

Consecuente con este despojamiento de sentido, utilizan distintos tipos de música electrónica que más que narrar simplemente contribuyen a la creación de climas. En sus diferentes versiones, los sonidos operan con los mismo cambios de dinámicas kinéticas de las bailarinas, y crean una coreografía de sonidos. Imposible remitirlos a un tiempo y espacio particular, pero también imposible que el espectador no los remita a su propio universo percepctivo.

Este planteo coreográfico, como les gusta llamarlo a sus creadoras, despierta los sentidos y la imaginación del espectador. Es un Hueco en el que el vacío narrativo de la representación, nos obliga a agudizar la percepción para captar el aquí y ahora, el presente efímero que se hace y deshace ante nuestros ojos. Llenamos a la obra con nuestros propios sentidos y la obra nos devuelve a su vez nuevas e ilimitadas sensaciones que, una vez finalizado el tiempo de la pieza, siguen operando en nuestra conciencia creando nuevos presentes.
Publicado en: Críticas

Comentarios





e-planning ad