Jueves, 01 de Enero de 2015
Sábado, 31 de Marzo de 2001

Cuando los espejos sólo devuelven sombras

Por Sujetos de Arte | Espectáculo Las Visitas
La simplicidad de Las Visitas recorre a través de dos personajes una serie de relaciones dialécticas donde nunca se termina de descifrar quién es sombra o reflejo de quién. La Consulta Dos mujeres aguardan en una sala de espera, una y otra vez parece repetirse la escena como excusa necesaria para, a partir de allí, desenvolver el pasado. La señora y su criada muestran los vicios de una relación que juega con sus propios límites. El poder y el dominio son los artilugios que utiliza la señora para ordenarle a Virginia -la criada- que actualice los recuerdos. Mientras esperan, Virginia debe buscar en una libreta de anotaciones los recuerdos de la señora. Leen y repasan una y otra vez, anécdotas pasadas de la vida de ambas. Pero la manipulación que ejerce la señora, como aquellos vicios incontenidos, le permite apropiarse de los recuerdos de su criada, todo le pertenece, incluida la memoria de esta última. A través de la palabra –escrita u oral- se delinea un abanico de relaciones que son llevadas hasta su extremo más oscuro. Los personajes se dejan ver a través de espejos y cada reflejo constituye la mitad opuesta de un mismo ser. Este vínculo se extrema y al poder que ejerce la señora le sucede el aprecio y paciencia de la criada. Mediando en este conglomerado de sensaciones se encontrará el miedo, la locura, la soledad y las castraciones sufridas. Para la criada, compartir estos recuerdos con su señora, es la condena a ser su sombra. El Diagnóstico Una relación simple: una señora y su criada Virginia. Un espacio definido: la sala de espera. Una situación clara: la visita al médico. Un tiempo presente y un pasado que se actualiza. Un conflicto latente. Una escenografía en extremo simplificada, un vestuario acorde a la situación, dos actrices y algo de música. Cualquier conocedor de teatro diría que estos son los elementos indispensables para realizar una obra, sin embargo sobran ejemplos en el teatro actual, donde estos elementos y en muchos casos el exceso de ellos, no alcanzan para esbozar un poco de teatralidad. Se puede contar con una infinidad de recursos y ornamentos, pero si falta una buena actuación, se peca de soberbia insostenida. De la misma manera, se puede no tener ningún recurso pero la falta de una buena actuación hace pecar de insolente. Finalmente, una obra puede realizarse con lo justo y quizás con menos pero si tiene una buena actuación deleita el espíritu. Esto es lo que sucede con Las Visitas, la actuación de Yamila Ulanovski (la señora) y Paula Requeijo (la criada) sostienen 1 hora 10 de pura teatralidad. Las Visitas, tal vez sin quererlo expresamente, “da cátedra” sobre como realizar una buena obra de teatro con los recursos básicos, sosteniéndose del único elemento indispensable, la actuación. La Receta En un trayecto que abre y cierra una misma historia, la dirección apuesta a una representación equilibrada, con sus ritmos e intensidades repartidos armónicamente. Las actrices logran un delicado equilibrio entre la construcción de un personaje particular/personal y su estereotipo: la señora, rica, enferma y desquiciada y su criada, la gallega desvivida, llena de paciencia. Solo lo elemental tiene lugar en el espacio, las actuaciones, dos sillas y el marco de un cuadro suspendido en el aire se articulan naturalmente con la música y la puesta de luces. Cada personaje, de acuerdo con el recuerdo que reviva, es acompañado por un leitmotiv musical y una luz especial. Todo está en su justa medida, dentro de cánones clásicos de puesta en escena. Tanto el planteo temático de la obra como la forma de abordarlo se apoya en un concepto, la dualidad y serán pares de opuestos los que aparecerán en escena. No habrá personajes ni conductas dudosas, no habrá exabruptos ni sorpresas; solo una mujer con poder que viste de blanco y otra sumisa envuelta en un chal negro. Las dualidades Entre una señora y su criada alcanzan las miradas para comprenderse, por tanto, las palabras solo cumplen una función de entretenimiento mientras se espera. Se espera el turno y en tanto, el recuerdo aflora. La criada será la encargada de revivirlo y la señora será la encargada de demandárselo. Aquella tendrá que lidiar con las obsesiones de ésta, mientras hurga en una libreta buscando que recuerdo revivir. La palabra escrita se impone y parece determinar que solo lo que ha quedado escrito en aquellas hojas tiene la condición de actualizarse desde el recuerdo. No importa si fue una banalidad lo que quedo registrado, el lenguaje toma cuerpo, se constituye en un personaje mas de la obra. Lo dicho y lo escrito comparten la insignificancia de lo casual, del registro deliberado que lleva a cabo la criada pero estas palabras, estas historias tienen su reflejo, su sombra oculta que aparecen como estallidos en escena. Esta relación de dominio y de poder deja ver lentamente las obsesiones y locuras de una mujer que le tiene miedo a la soledad, que solo vive de los recuerdos y que accede al placer a través del relato de las aventuras amorosas y sexuales que tubo en algún pasado remoto la criada. Finalmente, quien domina será quien pueda acceder al recuerdo y es Virginia, la acompañante incondicional quien manipula los hilos de esta relación. Todo se cierra en este círculo sin fin donde la imagen y sombra de una es el reflejo de la otra y viceversa infinitamente. ¿Quién es quien? ¿Quién domina a quien? son los interrogantes que quedan esparcidos en el espacio, quedando la respuesta en cada uno de los espectadores.
Publicado en: Críticas

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