Martes, 06 de Enero de 2015
Jueves, 19 de Febrero de 2009

Feliz en Buenos Aires

Por Sonia Jaroslavsky | Espectáculo Babel Orkesta

En un atardecer cálido de verano, el patio al aire libre del Centro Cultural Konex alberga la llegada de los espectadores. Jóvenes de gafas se rodean de algunos niños, mientras se acomodan en el piso. Los más adultos van en busca de sillas y así todos quedan enfrentados a la enorme y naranja escalera de la vieja aceitera del barrio del Abasto. Como si tomaran sol, nuestros espectadores elevan su cabeza y chocan su vista con las fotos a gran escala colgadas de los muros que enmarcan este gran patio. Viejos, gordos y gorditas fotografiados sin pudor, manifiestan toda la exaltación de sus cuerpos rollizos en sus veranos en la playa. Estoy Feliz es el nombre de la muestra fotográfica a cargo de Luis Abadi. Podemos entender por qué han denominado Parador Konex al ciclo de espectáculos de verano. Lo singular que caracteriza este ciclo es la acertada combinación de la fría omnipotencia industrial con la cálida brisa playera, componiendo un verano más amable en Buenos Aires.

Y es así. Desde un remoto lugar llegan los primeros sonidos de una música de otras latitudes, que avanza impregnando este espacio. Como en las antiguas compañías de teatro, un carromato de tierras lejanas se acerca desplegando la entrada de los músicos, sus instrumentos y la gracia de los actores.

Saxo, percusión, tuba, trombón, acordeón, guitarra y banjo son los instrumentos de la formación Babel Orkesta. La música y los actores son las estrellas. Las voces cumplen la función de acompañar, de la misma manera que lo haría un espectador si se le sugiriera tararear algún estribillo o melodía conocida.

Desde la música klezmer hasta el pasodoble, pasando por valses tradicionales, un malambo o un chamamé, se trata de un repertorio que, esencialmente, privilegia lo popular, produciendo una música sin fronteras: una mezcla de Emir Kusturica con la performance del grupo Los Amados. La agrupación Babel Orkesta cautiva a su público con sorpresa y lo incita a participar.

La vida urbana, caracterizada por la quietud corporal impuesta por las rutinas alienantes, lentamente es modificada por la dulce acción de los actores, que introduce paulatinamente la conexión de la movilidad entre la platea y la escena.

Éstos tienen delineados personajes que ofician de anfitriones y animadores, pero también, en el transcurrir del espectáculo, componen una secuencia de escenas en relación a una temática: el amor, los celos, la seducción. Tenemos al galán, en manos Diego Brizuela, a la mujer de blanco (a lo Susanita de Mafalda), interpretada por Laura Alonso y a la mujer amante (por supuesto, de negro), por Ana Granato. Por dar celos al galán ellas invitan a un espectador a bailar y viceversa. Y no sabemos cómo, pero de tanto ir y venir con las suspicacias que deparan los vericuetos del amor, los espectadores han sido envueltos en estos rodeos y ahora el espectáculo es uno solo. Todo se ha transformado en una gran fiesta popular, en una fiesta de casamiento, en un encuentro folclórico y la música es lo que da el pie para mutar y transformarnos. Una gran ronda se ha armado en todo el patio del Konex de gente tomada de las manos. De la misma curiosa performance, surge que rápidamente los actores traigan unas docenas de naranjas para deleitarnos con algunos que se animan a "el baile de las naranja", propio del chamamé.

Es así como Babel Orkesta propone la proeza de unir músicas populares del Este con músicas populares de nuestro país, por medio de una ejecución exquisita y una puesta transformadora. Hoy todos los espectadores fueron actores con un espíritu más que festivo. Hoy el teatro estuvo vivo.

Publicado en: Críticas

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