Viernes, 02 de Enero de 2015
Sábado, 09 de Agosto de 2008

Se equivocó la paloma, se equivocaba

Por Edith Scher | Espectáculo Corbatas chinas

Una mujer y tres hombres, un barrio de calles redondas, un laberinto. Ella es el objeto de deseo de todos. De los tres. Del marido (aunque el devenir de la obra mostrará que la tiene un poco olvidada) y de los otros: dos hermanos, uno de los cuales es peluquero y criador de palomas, y un segundo que será el elegido, aquel que la muchacha tomará como su amor.

Según dice en el programa de mano, Corbatas chinas tomó como disparador un hecho, un accidente de características singulares: la muerte por asfixia de una pareja (la mujer estaba embarazada), debido a la obstrucción de un caño de ventilación que había producido el nido de una paloma, nido que, precisamente, estaba en el caño y tapaba la salida. Efectivamente esto sucede en la obra, pero los hechos no se desencadenan de manera lineal. Corbatas chinas funde pasado y presente, alterna, y a veces superpone, escenas que suceden en distintos lugares físicos, pero que a la vista del público se presentan simultáneamente. Ahora bien: lo que habla de este espectáculo no el desenlace de la anécdota, que conocemos de antemano si leemos el programa, sino su transcurrir, ese mundo que se crea, esa atmósfera enrarecida. Incluso hay un presente (después de la muerte de la pareja) desde el cual el marido engañado trata de indagar qué fue lo que pasó e inquiere al peluquero.

Con respecto al espacio en que dan los hechos, éste se presenta como un lugar sin salida, aunque a los ojos del público no haya calles, ni paredes. Sólo en el piso se ve el trazo de algo así como un dibujo, que implica una lógica de desplazamiento para los personajes de la obra. Este laberinto delimita la peluquería, en un sector, la casa de la mujer deseada y su marido científico, en otro, y algún lugar más indefinido, en el que el segundo de los hermanos, el que finalmente morirá, está en algunas ocasiones. La luz indica a dónde debe ir la mirada, enfatiza este espacio laberinto, un barrio entre cuyas calles quedarán atrapados los comentarios, los secretos, las incertidumbres, las hipótesis.

El universo poético de Corbatas chinas, ese modo de mirar un barrio y una historia de amor y de muerte, se construye con varias características, algunas de las cuales son: el olor a incienso que inunda la sala; la aparición en la obra del mundo de las palomas; el secreto o, más bien, el decir a medias; el espacio laberinto, del cual ya hablamos, y el lirismo del texto. Vamos una a una: que el ambiente huela como huele, no es indiferente al espectador. El incienso instala una serie de asociaciones que abarcan desde lo ritual, lo festivo, hasta la mismísima presencia de la muerte. Por otra parte, el hecho de que el peluquero cace y críe palomas, la existencia de una paloma en casa de la mujer, una de ésas a las que suele llamarse corbata china, ave cuyo nido matará a la pareja de amantes, también dispara sentido. Porque: si habitualmente la paloma es leída como paz, comunicación, libertad y una cantidad de significados cristalizados, aquí la corbata china se comporta de manera extraña, como si supiera y hasta preanunciara la fatalidad. Además: ¿es Wanda, la amante de esta obra, una mujer paloma? ¿Ama como paloma?, ¿Vuela libre? Quién sabe.

No sólo el espectador se entera fragmentariamente y muy de a poco de qué es lo que pasó, sino que el personaje del marido engañado pregunta y pregunta al peluquero. La obra usa un recurso muy interesante para escatimar esta información, al crear una escena recurrente en la peluquería, en la que, por momentos, se escucha la voz del peluquero que cuenta parte de lo sucedido mientras atiende al marido. Pero la escena de pronto se silencia y continúa sin voz. El espectador pasa ocupar el lugar de un chismoso que quiere escuchar lo que se dice, pero su oreja no alcanza a captar todo. Bien de barrio. Así, hay algo que no llega a saberse del todo, algo que funciona como secreto y esto hace al clima del espectáculo. El texto no es siempre transparente. Tiene importancia en sí mismo, más allá de la acción que se desarrolle en escena. Su trabajo poético pide una percepción atenta del espectador. De las actuaciones, la más cercana a este sugestivo clima es la del peluquero, Enrique Porcellana.

La obra usa un recurso de distanciamiento, es decir, una manera de cortar y recordarle al espectador que está en el teatro. Esto lo hace por medio de canciones en off, que funcionan como comentadoras de los hechos.

En suma, los directores Leonardo Odierna y Armando Saire han logrado en Corbatas chinas crear un mundo poético que habla del mundo real, un universo con leyes propias, desde las cuales se alude a un barrio, un laberinto del cual es difícil escapar. Los ingredientes de este mundo se amalgaman entre sí para generar al espectador un especial extrañamiento respecto de un hecho: el accidente que desencadena la muerte de los amantes, que podría pasar desapercibido y ser cotidiano, pero que aquí no lo es. Es más: éste resulta ser la lente a través de la cual se mira un barrio, sus secretos, sus situaciones sin salida. Un barrio en el que las palomas quedan atrapadas.

Publicado en: Críticas

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