lunes, 13 de junio de 2022
Miércoles, 25 de octubre de 2006

Respiración imposible

En una pequeña habitación de hotel viven, casi apiladas, cuatro mujeres. El mínimo lugar que tienen para desplazarse, la existencia de sólo tres camas, la imposibilidad de comer cómodamente y otros tantos achicamientos,  plantean un mundo en el que no hay espacio para soñar una realidad mejor, en el que cualquier sueño se convierte, necesariamente, en una aspiración fuera de lugar. El forzamiento se produce inevitablemente. El espacio parece decir, desde el comienzo, que una vida ancha no cabe en un lugar tan angosto.

Los directores Andrés Binetti y Paula López retoman, aunque en un contexto distinto, el tópico del ambiente opresivo que aparecía fuertemente en Llanto de perro, aquel estremecedor espectáculo que esta dupla estrenó en 2005. Aquí, la violencia no es tan palpable como allí. Lo que se respira, más bien, es la imposibilidad, la falta de horizonte. En ese lugar y bajo esas condiciones, no se puede otra cosa que eso que vemos. También aquí, como en Llanto de perro, aunque en circunstancias diferentes, el afuera no se ve. Los personajes aluden al mundo exterior. Algunos salen, otros no, y cuando lo hacen… De todas maneras, su destino estará marcado por esa habitación. Afuera la vida no es precisamente amigable y adentro todo es pequeño, todo petit.

Estas mujeres giran y giran  en falso, sin encontrar un punto de fuga. Las circunstancias dadas no les permiten tener una vida mejor. Una ex maestra, enferma de los nervios, quiere extender su tensa docencia al ámbito de esta pensión, un par de chicas manifiestan una extraña relación dominadora-dominada, construida a partir del vínculo de una entrenadora y su  tenista, por supuesto fracasadas, y un cuarto personaje ya ni siquiera desea levantarse de la cama.

El desarrollo mostrará cómo una y otra vez, en el devenir del espectáculo, que está armado a partir de una serie de situaciones separadas por apagones que marcan pequeños saltos temporales,  ninguna de las cuatro podrá salir del pequeño destino que la vida les reservó, destino estrecho, cuya metáfora es el escaso espacio que tienen para vivir. No sabemos a ciencia cierta qué pasó con cada una, ni por qué recalaron en ese sitio, pero allí están, allí la vida las apiló.

Sin embargo, y a pesar de la tragedia que gravita y en la que indefectiblemente caerán,  Petit Hotel Chernobyl se apoya en el humor. Los personajes  se vuelven un poco ridículos, tanto por el modo en que están construidos  (con pinceladas de exageración), como por las situaciones absurdas que generan,  producto del deseo de concretar actividades que requieren dimensiones espaciales más amplias (entrenarse en el frontón, por ejemplo), en un lugar en el que ellos apenas caben. Estas mujeres que llegaron al hotel, son, además, y aunque por desgracia comparten un destino común, bien  diferentes una de la otra. El trabajo sobre la actuación explota esas diferencias.

No es fácil respirar en un espacio reducido. El petit hotel Chernobyl  (un lugar claramente tóxico), resuena, dolorosamente, como un sitio tristemente argentino.

Publicado en: Críticas

Comentarios