Las condiciones de la materia (o Los cuerpos posibles)

Exposición de Ramiro Ravasi.
Año 2015.
Video realizado por Facundo Sanchez Sosa.

Entre el placer del cuerpo y la intensidad deseante
por Silvina Evangelista - Filósofa

Cuanto más puro, más simple y más blanco es un material, más fácil es corromperlo, revertirlo, ennegrecerlo. ¿Cómo lograr un conocimiento profundo de la materia? ¿De qué manera un ensayo puede alcanzar ese grado de conocimiento? ¿Qué queremos conocer de ella (o será a través de ella)?
“Las condiciones de la materia” y “Jacobo y la subversión” son las obras de Ramiro Ravasi que conforman esta muestra, un trabajo que se divide en dos fases: la primera, denominada “Dimensiones del placer” es un estudio de las propiedades físicas y morfológicas del papel; la segunda es sobre los estados de la materia en lo que respecta a la química de su materialidad y se denomina “Volúmenes del deseo”.
En principio, las relaciones que se establecen entre las obras y el material utilizado constituyen en sí mismas una intención estética. Intención que aparece disfrazada de experimentación -en el sentido más puro- pero que sin embargo esconde la soberbia del hombre manipulador. En esa reversión de la materia se juegan el placer y el deseo, ¿de quién? ¿del artista creador? ¿de la materia? ¿del espectador?
Un estudio exhaustivo supone diferentes modos de tratar la materia, la consideración de sus accidentes, sus propiedades formales y el desafío de transformarla. En este punto se abre una línea hacia la posibilidad. Se podría pensar esto, entonces, en términos de las potencialidades de la materia.
Pero el artista vincula las condiciones de la materia a las dimensiones del placer. Es decir, por un lado aquello que determina e impone una forma a la materia y por otro, las dimensiones de un placer que no es seguro, que fácilmente puede disolverse. Yo vincularía en esta fase la precariedad de la materia con la fragilidad del placer. La materia es precaria en cuanto no tiene más posibilidad de ser lo que es; y el placer es frágil porque siempre va a depender de una circunstancia, de una disposición corporal y de un estado de ánimo.
Considerar los aspectos químicos de la materia, conduce la mirada hacia otro lado. Ahora es como apoyar el ojo en un microscopio y ver su interior, conocer sus componentes. Descubrir que la materia es una multiplicidad, de partes y de relaciones posibles, que puede ser vista en su historia y en su devenir. La materia se hace acontecimiento, por cuanto su estado resulta irreductible a todo determinismo. En esta fase de la experimentación se produce la deformación del material, porque se convierte en un objeto abstracto que, desprovisto de sentido semántico, se carga de expresividad y tiene la posibilidad de transformarse en cualquier otra cosa. Estamos aquí, entonces, en el campo de las posibilidades de la materia, que yo vincularía con las intensidades del deseo. El deseo entendido como aquel principio inmanente a todo proceso de producción (de creación) y como aquello que hace fluir. Un deseo que no tiene objeto (porque no sería más que la representación de algo que, por sí mismo, es irrepresentable).
Lejos de cualquier pretensión de que el cuerpo -el del artista, el de la materia o el del espectador- se encuentre frente a la obra en su placer (y sea capturado por él), se trata de la creación de un espacio que posibilite un flujo, una especie de libre circulación del deseo que deje en claro que no está todo determinado aún, y que todavía existen intensidades deseantes posibles.

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