Lo que dura una canción es un ciclo de improvisaciones basadas en temas musicales que se encuentra transitando su sexta temporada en el teatro Silencio de Negras. Nació en el año 2009 por la necesidad de los actores de generar un espacio de prueba y de actuación que tuviera un contacto directo con el público. A lo largo de los años ha ido metamorfoseándose y creciendo en manos de amigos actores, regalando escenas memorables, chispazos de felicidad, explosiones de adrenalina, eso que sólo da la improvisación en vivo, con el público ahí cerquita. En 2013/14, con la coordinación general de Candelaria Sesín y Emilia Dulom, la producción de Silencio de Negras y la presencia de un gran elenco Lo que dura una canción sigue creciendo y proponiendo cada viernes una función completamente distinta a la anterior con escenas nuevas y temáticas (Noche de Besos, Noche de Estreno, Noche Nerd, Noche de Terapia, etc.) que engloban la propuesta general de cada noche.
Más de diez actores divididos en pequeños grupos improvisan seis escenas cortas con la única premisa de utilizar temas musicales como puntapié o inspiración. Las escenas pueden relacionarse con la canción elegida desde la temática, la estructura, el ritmo, el género o el título. Con sólo algunos acuerdos previos de actuación y estructura y mínimos elementos escenográficos que permitan sintetizar el espacio de cada escena, los actores ponen en juego su creatividad, nutriéndose del vínculo presente con el público y sosteniendo la ficción con su cuerpo y su actuación como materia prima. Afloran entonces, el humor y la espontaneidad propias de la naturaleza efímera e inmediata del teatro. Se construye un vínculo franco entre el adentro y afuera de escena en el cual el público reconoce al actor en sus decisiones, celebra sus riesgos y acompaña sus fracasos. Lo que dura una canción es ante todo, una experiencia teatral.
Más de diez actores divididos en pequeños grupos improvisan seis escenas cortas con la única premisa de utilizar temas musicales como puntapié o inspiración. Las escenas pueden relacionarse con la canción elegida desde la temática, la estructura, el ritmo, el género o el título. Con sólo algunos acuerdos previos de actuación y estructura y mínimos elementos escenográficos que permitan sintetizar el espacio de cada escena, los actores ponen en juego su creatividad, nutriéndose del vínculo presente con el público y sosteniendo la ficción con su cuerpo y su actuación como materia prima. Afloran entonces, el humor y la espontaneidad propias de la naturaleza efímera e inmediata del teatro. Se construye un vínculo franco entre el adentro y afuera de escena en el cual el público reconoce al actor en sus decisiones, celebra sus riesgos y acompaña sus fracasos. Lo que dura una canción es ante todo, una experiencia teatral.
