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Esencia de mujer presenta una profunda búsqueda que explora, a través una danza tan ceremoniosa como sensual, los componentes universales de toda mujer. Las cuatro intérpretes encarnan de algún modo esas cuatro esencias femeninas que forman el esqueleto de la obra: i) sensualidad, ii) intuición, iii) resistencia o adaptación, y iv) ternura.
El baile empieza en clave de Soleá por Bulerías, donde puede verse a la mujer
moderna, sobrecargada de mandatos y obligaciones sociales. Esa confusión, interna y artificial, es insolentemente negada en el baile de las telas negras, que representa el fin de las ataduras que impiden avanzar por la senda de la femineidad. Luego llega la provocativa Zambra, el camino interior que se propone a la mujer de hoy, empeñada en disolver un prurito heredado: el de que lo terrenal y lo espiritual tienen un origen distinto.
Avanzar es, así, caminar por las cuatro esencias. La resistencia, en Tarantos, evoca la capacidad de la mujer para afrontar los cambios, reinventándose a sí misma. La ternura, en dulce guajira que cierra el círculo abierto por la descarnada Soleá, es también una invitación al baile final con que se arriba al término del camino, la Mujer Esencial. En esta última danza se produce la síntesis estética que busca atinar a esa nota justa que continuará sonando en el alma del espectador.
Esencia de mujer presenta una profunda búsqueda que explora, a través una danza tan ceremoniosa como sensual, los componentes universales de toda mujer. Las cuatro intérpretes encarnan de algún modo esas cuatro esencias femeninas que forman el esqueleto de la obra: i) sensualidad, ii) intuición, iii) resistencia o adaptación, y iv) ternura.
El baile empieza en clave de Soleá por Bulerías, donde puede verse a la mujer
moderna, sobrecargada de mandatos y obligaciones sociales. Esa confusión, interna y artificial, es insolentemente negada en el baile de las telas negras, que representa el fin de las ataduras que impiden avanzar por la senda de la femineidad. Luego llega la provocativa Zambra, el camino interior que se propone a la mujer de hoy, empeñada en disolver un prurito heredado: el de que lo terrenal y lo espiritual tienen un origen distinto.
Avanzar es, así, caminar por las cuatro esencias. La resistencia, en Tarantos, evoca la capacidad de la mujer para afrontar los cambios, reinventándose a sí misma. La ternura, en dulce guajira que cierra el círculo abierto por la descarnada Soleá, es también una invitación al baile final con que se arriba al término del camino, la Mujer Esencial. En esta última danza se produce la síntesis estética que busca atinar a esa nota justa que continuará sonando en el alma del espectador.
