Martes, 26 de Marzo de 2019
Lunes, 16 de Septiembre de 2013

Una fiesta cordobesa

Por Mónica Berman | Espectáculo Villa Argüello

“Nuestros conceptos estructuran lo que percibimos, cómo nos movemos en el mundo, la manera en que nos relacionamos con otras personas (…) Si estamos en lo cierto al sugerir que nuestro sistema conceptual es en gran medida metafórico, la manera en que pensamos, lo que experimentamos y lo que hacemos cada día también es en gran medida cosa de metáforas”. G. Lakoff, M. Johnson en Metáforas de la vida cotidiana 

El título remite a una locación cordobesa. Pero las referencias a Villa Argüello están más cerca de la metáfora que de la metonimia. Ahora vamos…
Ni bien entramos, nos reciben una serie de amabilísimos jóvenes ofreciendo criollitos, jugo y Fernet, jugando con el acento cordobés, cambiando el tono, proponiéndose a evaluación. Una vez que el público está listo se inicia algo de la prueba con la entonación, alguien funciona como referente, corrige, aprueba. ¿Cómo es hablar “cordobés”? En esa búsqueda absolutamente lúdica se inscribe con fuerza lo que ya no se va a borrar: cuándo dicen algo y cuándo el decir es simplemente un modo de evaluar la entonación.
En Villa Argüello (y por eso la introducción de la metáfora en la vida cotidiana) se puede plantear en qué lugar se inscribe la identidad. Pero no hay discursos racionales, ni panfletos, ni bajadas de línea. Como un concepto que se percibe diseminado, jugado, escindido de las lecturas habituales. Es decir: el  cuarteto podría pensarse vinculado con Córdoba en relación de contigüidad, o un personaje como el de la Mona Giménez. Sin embargo, en esta propuesta se quiebra constantemente la cercanía entre “elementos culturalmente unidos”: si bailan cuarteto, la música no está, si aparece “la Mona” es una de los integrantes disfrazada, ubicada e iluminada de manera definitivamente artificial. 
La entonación, el léxico, la memoria de la infancia y de la adolescencia, dónde se inscribe la pertenencia a un lugar. Por otra parte, los demás no son cordobeses pero quieren construir un personaje que lo sea. ¿De qué modo se hace? Pero ¿de verdad hay en escena una cordobesa?, ¿o también representa?, ¿o asume el lugar de? No hay modo de saberlo. Sí puede observarse cómo en más de una ocasión lleva la “voz cantante”, corrige, aprueba. Cuando sucede el baile los demás la siguen, no despegan la mirada de sus movimientos, entonces no se percibe una coreografía conocida sino dirigida,  (falsamente) copiada.
Como si fueran chicos, juegan todo el tiempo, los practicables (con restos de una naturaleza –en oxímoron- artificial) se transforman en diversas cosas.
El micrófono, alguna vez, devendrá centro de las miradas y ocuparán de a uno ese lugar. Alguien cuenta una historia, otros la “representan” en un ritmo cada vez más veloz.
Todo, todo el tiempo señala lo que no es. Y vincula, metafóricamente, un universo con otro con el que no tiene relación a priori.
El espacio construido es una buena síntesis de ello: estamos en un club barrial, hay guirnaldas de fiesta,  una alfombra de pasto artificial abajo del micrófono, hay baile sin música, y música para un baile en otro ritmo.
Hay mucho pero mucho juego, Villa Argüello sencillamente es una fiesta.

Publicado en: Críticas

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