Domingo, 04 de Enero de 2015
Lunes, 10 de Octubre de 2011

Entre la atracción y el espanto

Por Edith Scher | Espectáculo Matar Cansa

Incorrecta, incómoda. Atrapante. Así es Matar cansa, escrita por Santiago Loza y dirigida por Martín Flores Cárdenas.

Entrar ya es extraño. Poca luz. Probablemente para destacar el posterior ingreso al relato de un seguidor cegador, que será casi un personaje de la escena. Luego llega él (antes se escuchan sus pasos). Sí: él. Ése que por momentos se nos confundirá con el protagonista de los hechos que narrará, de tanto que se identificará con aquél. 

Ordenemos esta pura impresión: un joven nos relata (lo vemos delante de nosotros), minuciosa y detalladamente, progresiva y cronológicamente, con gran admiración, la iniciación criminal de un asesino serial. Nos cuenta su vida y la inevitabilidad de su destino. Más precisamente, nos narra el período que va desde que aquél mata por primera vez hasta que es atrapado, e incluso después, cuando ya está en prisión y trascienden algunos datos de cómo transcurre su vida de preso. No es este joven, el que ante nuestros ojos relata los hechos, el asesino. Pero su fascinación respecto del asesino es tal, que por momento se superponen los personajes del que cuenta y del que es contado.

Su relato es molesto, intolerable por momentos. Pero también atrapante. Asistimos (casi vemos, aunque sólo a través de sus palabras) a la chorrera de sangre. Pero más inquietante que eso es que podemos percibir, en el cuento de quien constituye esta suerte de narrador que todo lo sabe (cada pensamiento del asesino es de su conocimiento, como si fuera pensamiento propio), la impostergable necesidad de matar, la belleza que en eso encuentra el asesino, el sentido que ello le da a su vida. No sólo eso, sino que también sentimos la identificación de quien lo cuenta respecto de la audacia del ejecutor. Sabemos por boca de este “fan” a quien vemos en escena (alguien cuya diferencia con el asesino radica, al parecer, únicamente, en que no se anima a concretar aquello que el otro sí) que matar no es, en su caso, una venganza ni un deporte. Es, en cambio, una necesidad. Intolerable escucharlo, insoportable, pero es así. El asesino relatado por el fan responde a “un fuego”, “un núcleo”, casi una necesidad vital  (¡vaya paradoja!) que le pide matar. Sin matar su vida es gris, chata, sin sentido. La obra nos trae un mundo que alberga esa extraña tensión: matar para vivir.

Intranquilizador resulta el personaje del fanático, que es a quien, en realidad, vemos, sujeto principal de la acción de contar y de hacernos imaginar todo aquello que cuenta. Diego Gentile construye una criatura temerosa, casi tímida, que revive y reconstruye la historia del asesino, pero cuya acción tiene que ver, fundamentalmente con plantarse frente un auditorio y abrazar, aun con sus rasgos tímidos, su verdad indecible. Pero, ¿qué quiere este personaje? ¿Qué le pasa? Probablemente quiera matar y no se anime a hacerlo. He ahí su conflicto. He ahí su lucha. ¿Será eso aquello que nos mantiene en vilo?

La luz funciona casi como un personaje oculto ubicado tras la nuca de la platea, situación que conlleva una inevitable sensación de interrogatorio. Hay, además, un extraño juego de esa luz con el personaje que está antes nuestros ojos, que consiste en mostrarlo, por momentos, y en no mostrarlo, por otros, o apuntar a lugares que supuestamente no son el foco de atención.

“¿Quién es este sujeto?”, nos preguntamos. Y lo peor: “¿cómo un ser que parece tan insignificante, tan común, puede albergar esa necesidad de matar, casi como un modo de trascender?”. Y además: “¿Cómo es una asesino?”. Ya se dijo: su  simbiosis con el asesino es tal, que se nos confunde con él.

La puesta de Martín Flores Cárdenas se asienta en un gran vacío de la escena. Sólo un par de sillas, un micrófono, un equipo amplificador. Un vacío casi tan grande como el que hace sentir al espectador. Todo lo llenará el personaje y su estremecedor relato. Todo lo inundará. Tensa combinación de atracción y espanto es la que emerge de Matar cansa.

Publicado en: Críticas

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